jueves, 31 de diciembre de 2009

Balanceado


En cuanto he abierto las persianas de la habitación la he visto. Suspendida en al aire, a la altura de mi ventana, fresca, despierta, con una carnosidad de albaricoque, sonriéndome solícita: la tentación de hacer balance. No sirve de nada maldecir los calendarios ni jugar a cambiarle el nombre al día, o a quitárselo como quien desnuda una muñeca del reloj que la travestía, porque queda la marca dando siempre la misma hora, que es la última y al mismo tiempo la acumulación de todas, su síntesis en un gesto, cuando todos nos levantemos de las sillas y nos busquemos a tientas con la copa de champán, el año todo resumido en un choque de cristales, como la última campanada, mientras cae la tapa sobre el sarcófago del año impar sin par, de este dosmilnueve de pacotilla que se va, se va, se agota, como las últimas gotas de agua en el desagüe de la ducha, me ducho, me enjabono, vuelvo a enjabonarme, hay un tipo de mierda que no se va, da igual, para el balance. Y es que lo bueno del día de San Silvestre es precisamente que la carreta de los agravios va ya tan hasta los topes de basura que no importa añadirle un poco más y uno va haciendo o pensando cosas mal a posta, como quien tira de tarjeta de crédito, a sabiendas de que existe esa cama elástica que es la noche vieja (y su síntesis, no olvidemos, el chin-chín de las copas), donde saltamos los saltimbanquis para borrar las cuentas. Por supuesto que el uno de enero es como el catorce de abril, que en una noche no da tiempo a limpiar de duendes el trastero, que uno se vuelve a casa doblemente cansado, sorprendido por el amanecer, decorado de bobadas, muerto de frío por tantos abrazos cálidos, empanado como una croqueta de nuevos deseos y viejos proyectos, a los que se ha ido sacando brillo toda la noche, hasta el punto de aparentar algo así como una hoja de ruta, una agenda del futuro inmediato, pero uno no tiene más que sus zapatos y este camino de baldosas octogonales, tan sabido que parece capaz de arrastrarte si te detienes. Esta noche haré el video-clip de mi regreso a casa, aterido, hambriento, con el balance ya hecho. Se me irá haciendo sólo, como en un baño maría de pensamientos, yo ya sé el resultado. Pero al menos uno irá paseando por la Concha sólo, o prácticamente sólo, no tendrá que esquivar humanos, como es habitual en esta ciudad de tan escasa educación vial, y no diré que no a una foto de la bahía mientras amanece, estableciendo un arco perfecto entre este click y el de hace un año, en la Puerta del Sol, con la italiana de las gafitas de pasta fresca y tricolor. Dos clicks y un hiato como una montaña rusa, difícilmente digerible, imposible de resumir en su justa medida, y menos cuando todos nos levantemos de las sillas y nos busquemos los ojos y esquivemos las lágrimas y recordemos al tío y al accidente que estuvo a punto de ennegrecernos la vida por completo, y todas las demás pérdidas y las grandes ganancias, que siempre se sientan injustamente menospreciadas en la segunda fila del desfile de fotografías, cosas del lagrimal y su impresionable sensibilidad, habrá que perdonárselo, ganancias en forma de amistad que habrá que seguir cuidando como a una animal de compañía indomesticable. Por ese instante de entrechocar de copas, por ese baile ridículo de vencidos en traje de gala, los pasos por las calles de esta noche estarán falsamente sobredimensionados. Que se me sepa perdonar esta propensión a la grandilocuencia. En el fondo no son más que pasos mal dados, sin convicción ninguna, pasos de borracho, del que ha sorteado purulencias devastadoras y algún que otro episodio descorazonador. Inocentes granujientos con zapatos demasiado grandes y camisas desflecadas compartirán conmigo el paseo, de vuelta de sus cotillones, fumando el primer cigarrillo amargo del año. Seremos dignos de una foto discreta, panorámica y térmica, como la visión de Depredador, calaveras frías supervivientes de esta guerra de juguete que nos hemos inventado. Habrá señoras madrugadoras, olas aburridas, olor a café con leche, taxis en desbandada, habrá la inevitable arcada, el susto de dónde he puesto las llaves, la noción de ir andando a trompicones necios, ah, aquí están, qué susto, y la enorme, la inmensa, la monstruosa pereza de empezar un nuevo calendario por la primera página. Y la necesidad de pensar en marzo, agosto, noviembre, para no volvernos locos ante la página en blanco.

martes, 29 de diciembre de 2009

Madrugada


Ha habido noches de agosto con esta misma temperatura. Un cielo similar, abierto, en paz, con una luna casi rotunda como ésta, apenas dos borrones de nubes mal dibujadas por encima de Gudamendi. Estoy, abocat al balcó, en camiseta, fumando y rumiando, tratando de entender el particular sentido de la velocidad de los procesos personales. Las dos estructuras que albergarán los ascensores de nuestro vecindario, aquellas torres de vigía de finales de septiembre, presentan hoy una robustez casi definitiva y han extendido sendos brazos de hierro y hormigón, como rampas de lanzadera, hasta los portales de las principales casas. Hace tres meses uno se describía subiendo la cuesta pesada y concienzudamente rodeado de un estruendo de motores y grúas en mitad de una densa polvareda. Esta noche veo los ascensores desde la media altura de mi ventana, por encima del más bajo y frontero al segundo, que trasciende mi casa y continúa hacia arriba, pero tan próximo que podría suicidarme bajando sus escaleras una a una. Hay gatos gimnastas que se van matando así, arriba y abajo, buscando ratones tiernos o restos de basura. Mientras trato de olvidar las últimas equivocaciones como quien cambia el pie en el que apoya su peso, pretendo establecer axiomas que no se vengan abajo al primer abrazo. El viento se ha ido llevando las nubes como a actores despistados que hubieran equivocado su salida, la de hoy es una noche abovedada, un manto oscuro de cristal que clarea en el horizonte, en esa franja ligeramente resplandeciente que imita los contornos de las montañas y parece delatar a todo un mundo despierto e incandescente al otro lado. Mis tejidos no son de hierro ni hormigón. Van a su ritmo y son un poco como la temperatura de esta madrugada, inesperada, precipitada, tan bienvenida. Mi calle ha cambiado para siempre de aspecto y todos, gatos y vecinos, andamos un poco aturdidos buscando puntos de referencia y empleamos las noches para deambular por los recovecos, olisquear las nuevas esquinas, sortear sus virginales curvas, manchando de suelas de andar por casa sus límpidas baldosas, astronautas de una superficie color termómetro. Hay un silencio de vitrina de museo, una expectación vegetal y artrópoda, por ver la obra acabada, en funcionamiento. Finales de diciembre y hay un buzo sin escafandra asomado a la ventana en camiseta de dormir. Por las carreteras que bordean el paisaje cruzan coches como peces abisales, buscando el placton del asfalto, como urgencias mecánicas que nada tienen que ver con este cementerio. Hay cipreses cuadriculados a los que trepan albañiles y contenedores de basura clasificada donde requiescant in pace todo tipo de entremeses. La ciudad como una bella quesera de cristal donde se va pudriendo la leche de oveja a la espera de unas nueces con algo más que ruido. Esta ciudad, respirando calores de agosto, como un círculo vicioso de temperaturas equivocadas, fulminando el tiempo transcurrido, tergiversando calendarios, enorme máquina del tiempo. Dicen que para febrero ya estarán en marcha los ascensores. Febrero es un buen mes para casi cualquier cosa.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Buenas noches


La casa vacía, con ausencia de Lara, mi maleta aparcada junto a la puerta, esperando a que dé una hora, con la calle como en retirada, las casas humeantes de abrigo, los tejados con gatos que han salido a fumar calefacciones, y este silencio de noche buena, sólo un par de coches arrastrando una escoba por la cercana Gran Vía, y no hay más. Días de un vértigo seco, de recuerdos como dardos, de un fragor quieto y casi mudo, subterráneo, un socavar de cimientos adolescentes. Cuando regrese, el cuaderno habrá estrenado un nuevo folio. Como un garabato, como una frase dudosa, ensayaré mi discurso de año nuevo, flotando en el vacío de la página, estrenando surcos como un exiliado en la nieve. A la tela de araña donde morimos asfixiados le ha seguido un desierto de plumas venteadas, como tras una guerra de almohadas. El desierto, las estepas, algún que otro oasis, serán párrafos de la novela, poemas sueltos, requiebros de mi lengua afelpada. E iremos escribiendo el sinsentido, lavando las demoras, alimentando a la pequeña bestia de garras ya plastificadas con su poquito de hiel y su angostura, para seguir matándola dulce, llana, amorosa, cruelmente. Qué crueldad la del invierno que borra mis cuadernos, fregando el suelo de la memoria con la lejía corrosiva de instantáneas felices y ajenas, esas ventanas a las que me sigo asomando para verte jugar en el patio de tu nueva madurez. Hasta aquí me llegan ahora los gritos de los niños en el recreo, carcajadas de acordeón que arrullan el rasgar de mi pluma sobre la terca mejilla de la hoja en blanco. Qué blanca la hoja de mañana, del día de mi vuelta, cuando vuelva a esta casa que hoy dejo vacía y la encuentre llena de este mismo vacío. Deseando la estampa de mi grafía, el vertido de mi nueva vida, pidiéndome a gritos bostezos risueños, algarabías, nóminas y cursivas. Hasta el día de mi regreso, Madrid, año cero.

viernes, 18 de diciembre de 2009

Dos dormitorios


Tercera jornada íntegramente dedicada a la visita de pisos de alquiler. Zonas de Madrid visitadas: cuatro. Comunicación entre ellas: la peor diseñable. Tiempo estimado entre piso y piso: la caminata y un café con leche de, siempre, 7 minutos. Lectura para el camino: "Nocturno de primavera", Josep Pla, ediciones Destino, Áncora y Delfín. Demasiado grande para llevarlo en la mano, a Dios gracias he recuperado mi bolsa Nike de cuero negro (el cubano del barrio me cobró 15 euros por una nueva cremallera; tardó dos semanas en "ir a por él"). Balance de los pisos visitados: comprendo con exactitud lo que debió de sentir Alexander Nevski al contemplar el lago helado de Tchoudsk cubierto de cadáveres (en el mío yacen en patética promiscuidad caseros, avalistas, arquitectos, registradores de la propiedad, ascensoristas, tenientes alcaldes, concejales de vivienda, periodistas, gestores inmobiliarios y porteras). Segundo balance de los pisos visitados: preguntas que lanzo al respetable. 1) ¿Qué entienden ustedes por la expresión castellana "dos dormitorios"? No crean que la respuesta es tan sencilla ni unívoca. He descubierto que "dos dormitorios" es una fórmula aún más vaga y agotada que la de "te querré siempre". O al menos igual de dúctil y maleable a la realidad empírica. Realidad empírica hecha a base de una habitación "espaciosa" (o sea, de las que hay que elegir entre estar dentro o meter la cama -si no se quiere estar "encima" de la cama-) y un trastero o cuchitril que viene a ser "el otro dormitorio" pero donde dormir sólo lo pueden hacer las cajas de leche y las escobas. 2) ¿Por qué cuando se pregunta por las características específicas del piso la respuesta siempre incluye una referencia, al parecer esclarecedora, a la existencia de cocina y baño, como si se estuviera hablando de lujos extra del tipo "calefacción central" o "bañera con hidromasaje"? Hola, quiero un piso sin cocina ni baño, sólo dormitorio y salón. En ese caso, son 500 con 6 meses de fianza. Me le quedo.

Calles como tarjetas de visita, saludos de balcones pasajeros, ya nos veremos, quizá, árboles espesando los ladrillos, vidas posibles en cada portal. Este piso está siempre alquilado, ya tengo interesados. Una pared amable, un suelo acogedor, ventanas a mundos desconocidos, me parece estar buscando celda, alcaide, con vistas al muro de ejecución, cada ventana es una pregunta que dirijo a mis ojos, ¿estáis dispuestos a levantaros cada mañana viendo esto?, y me contestan con parpadeos, ni de coña, o quizá. Vendedores que te empujan de una habitación a otra, a qué me recuerda este suelo, serían 850 con la comunidad incluida, sólo tendríais que pagar el agua y la luz. Y los 850. En este suelo yo he hecho cosas. Es un suelo continuado, lo he visto antes, me he arrodillado muy cerca de él, he besado en sus losas. Pero estas paredes asfixian, los muebles parecen perros apaleados, reculan desconfiados hacia las esquinas, agachan la mirada, alguno rebufa de inquietud, me huele a gato, supongo. Escaleras que no prometen nada bueno, ascensores donde no caben las camas, posibles vecinos saludando, la siguiente visitante esperando junto al portal, una mirada breve de recelo antes de partir. Nombres de muertos y efemérides, plazas, travesías, costanillas. Generales, condes, supermercados cercanos, una cafetería por dios, que me muero de frío. Un descafeinado, porque ya es el cuarto del día. Me atiende una china encantadora. Me anima involuntariamente a cierta expansión: ¿sabe de algún piso en alquiler por esta zona? Me entiende mal y cree que soy un inspector de vivienda. Se mete en la cocina y no vuelve a aparecer. Le pregunto cuánto es y me contesta desde dentro que uno veinte. Lo dejo sobre el mostrador y ya llego tarde a la visita. Son sólo 7 minutos los que tengo para los cafés y me estoy meando desde hace tres pisos.

Leo a Pla: "En aquella época la población estaba basada en tres estamentos: los señores en franca decadencia, generalmente grandes propietarios que habitaban los viejos caserones de la población, caserones en extinción, siempre a punto de ser abandonados por la sistemática emigración de sus propietarios hacia la capital de provincia o Barcelona". Casi me doy con una farola. ¿Voy bien? Fernández de los Ríos, sí. "Después estaban los menestrales, una clase formada por los comerciantes ligados con el mercado semanal y los artesanos: la clase numerosa e importante, la vida misma de la población. Y después estaba el pueblo, o sea los jornaleros. Estas tres clases vivían separadas. Cuando se producía el matrimonio de un individuo de una clase determinada con una persona de una clase diríamos inferior, era como un cruce morganático, hablando en vilaplanés, un hecho que producía un bum-bum considerable". Cruzo a la derecha, recuerdo el mapa mental que dibujé en casa a partir del googlemap, tengo que llamar a mi madre porque hoy es su cumpleaños. Este Pla es fantástico. "Había un baile de domingo por la tarde de la morralla de la población y del material payés de la comarca. Los domingos por la noche había un baile en el Casino Menestral al que sólo tenía acceso esta clase. Los señores se divertían poco. Eran gente de iglesia, sobre todo de funciones de iglesia y, si era posible, con predicador arrebatado. Bailaban en público sólo para la fiesta mayor, una vez al año. Como el baile era frecuentado por forasteros, resultaba que las señoritas de las casas buenas bailaban con desconocidos, que generalmente resultaban ser de la morralla de pueblos lejanos. Los establecimientos también respondían a esta organización jerárquica. Los pobres iban a la taberna; los menestrales, al café, y los señores, al Casino. A nadie le gustaba entrar en un ambiente que no era el suyo. Se encontraban incómodos y cohibidos. La primera mezcolanza de clases se produjo con la llegada del cinematógrafo. El cine produjo una tendencia a la nivelación que nunca, antes, se había podido imaginar".

Ya he llegado. Una mierda. Esto no son dos dormitorios.

martes, 15 de diciembre de 2009

La perspectiva


Copio un poema insólito de Miguel Hernández por su interés ideológico. Se trata de la reflexión siguiente: ¿hasta qué punto podemos entender las cosas que ocurren a nuestro alrededor estando tan cerca, viviendo en ese momento? El poema no tiene desperdicio. Tampoco le faltan imágenes y combinaciones de palabras, ideas, maravillosas. Pero por lo general, resulta estremecedor la fe ciega en un país irreal, en un mundo utópico, enfrentado a la realidad. Hay, también, imágenes monstruosas (de una ñoñería y un convencionalismo que resultaría divertido si no fuera tan trágico acordarse de la verdad). Disfrutad y pensad después en si Hernández pudo darse cuenta antes de morir de lo equivocado que había estado.


RUSIA

En trenes poseídos de una pasión errante
por el carbón y el hierro que los provoca y mueve,
y en tensos aeroplanos de plumaje tajante
recorro la nación del trabajo y la nieve.

De la extensión de Rusia, de sus tiernas ventanas,
sale una voz profunda de máquinas y manos,
que indica entre mujeres: Aquí están tus hermanas,
y prorrumpe entre hombres: Estos son tus hermanos.

Basta mirar: se cubre de verdad la mirada.
Basta escuchar: retumba la sangre en las orejas.
De cada aliento sale la ardiente bocanada
de tantos corazones unidos por parejas.

Ah, compañero Stalin: de un pueblo de mendigos
has hecho un pueblo de hombres que sacuden la frente,
y la cárcel ahuyentan, y prodigan los trigos,
como a un esfuerzo inmenso le cabe: inmensamente.

De unos hombres que apenas a vivir se atrevían
con la boca amarrada y el sueño esclavizado:
de unos cuerpos que andaban, vacilaban, crujían,
una masa de férreo volumen has forjado.

Has forjado una especie de mineral sencillo,
que observa la conducta del metal más valioso,
perfecciona el motor, y señala el martillo,
la hélice, la salud, con un dedo orgulloso.

Polvo para los zares, los reales bandidos:
Rusia nevada de hambre, dolor y cautiverios.
Ayer sus hijos iban a la muerte vencidos,
hoy proclaman la vida y hunden los cementerios.

Ayer iban sus ríos derritiendo los hielos,
quemados por la sangre de los trabajadores.
Hoy descubren industrias, maquinarias, anhelos,
y cantan rodeados de fábricas y flores.

Y los ancianos lentos que llevan una huella
de zar sobre sus hombros, interrumpen el paso,
por desplumar alegres su alta barba de estrella
ante el joven fulgor que remoza su ocaso.

Las chozas se convierten en casas de granito.
El corazón se queda desnudo entre verdades.
Y como una visión real de lo inaudito,
brotan sobre la nada bandadas de ciudades.

La juventud de Rusia se esgrime y se agiganta
como un arma afilada por los rinocerontes.
La metalurgia suena dichosa de garganta,
y vibran los martillos de pie sobre los montes.

Con las inagotables vacas de oro yacente
que ordeñan los mineros de los montes Urales,
Rusia edifica un mundo feliz y transparente
para los hombres llenos de impulsos fraternales.

Hoy que contra mi patria clavan sus bayonetas
legiones malparidas por una torpe entraña,
los girasoles rusos, como ciegos planetas,
hacen girar su rostro de rayos hacia España.

Aquí está Rusia entera vestida de soldado,
protegiendo los niños que anhela la trilita
de Italia y de Alemania bajo el sueño sagrado,
y que del vientre mismo de la madre los quita.

Dormitorios de niños españoles: zarpazos
de inocencia que arrojan de Madrid, de Valencia,
a Mussolini, a Hitler, los dos mariconazos,
la vida que destruyen manchados de inocencia.

Frágiles dormitorios al sol de la luz clara,
sangrienta de repente y erizada de astillas.
¡Si tanto dormitorio deshecho se arrojara
sobre las dos cabezas y las cuatro mejillas!

Se arrojará, me advierte desde su tumba viva
Lenin, con pie de mármol y voz de bronce quieto,
mientras contempla inmóvil el agua constructiva
que fluye en forma humana detrás de su esqueleto.

Rusia y España, unidas como fuerzas hermanas,
fuerza serán que cierre las fauces de la guerra.
Y sólo se verá tractores y manzanas,
panes y juventud sobre la tierra.


De "El hombre acecha", 1939.


viernes, 11 de diciembre de 2009

Rolfe vs. Symons vs. Rolfe


Lo que siguen son extractos de "En busca del barón Corvo" de A. J. A. Symons, maravillosa biografía (y novela policíaca sobre cómo se escribió) editada por Libros del Asteroide. Es imposible resumir de lo que trata este libro o lo que uno va encontrando en él a medida que va leyendo. Pero diría que es el relato de cómo una persona va conociendo poco a poco a otra en profundidad. Poco importa que se traten de un biografiado y un biógrafo, puede extrapolarse a cualquier otra situación. Él tiene más problemas para penetrar en el otro porque no se conocieron y Rolfe ya está muerto cuando Symons emprende la investigación. Pero en el fondo es el mismo proceso que seguimos todos, escuchar las versiones oficiales, reunir las pruebas físicas, las testimoniales, forjarnos una idea general y después, ir descubriendo las oscuridades, las razones verdaderas que inspiran cada acto, completando así la figura, imprescindiblemente ambigua, cuando no directamente bipolar. En fín. En estos extractos se habla de amor, del concepto que Rolfe tenía del amor, como una más de sus opiniones contundentes; después, Symons trata de explicar esas palabras. No importa si suenan un poco viejas (lo veréis cuando lo leáis) porque creo que en el fondo son correctas, amables, llenas de una emoción verdadera, la que llega a sentir el biógrafo por el biografiado, casi como un Dios de segunda al que se le estuviera confiando la posibilidad de enderezar el pasado (Rolfe tuvo una vida dura llena de calamidades), aun a sabiendas de que eso no es posible. Espero que os guste tanto como a mí:


El biografiado:
Frederick Rolfe, "Barón Corvo", en carta a Temple Scott (hacia 1903):

"Cada dos por tres me quedo estupefacto ante esa cosa extraña que la gente llama amor. Sería estúpido negarlo, ya que cada dos por tres surge el ejemplo de un hombre o una mujer sensatos cuya vida se complica con la vida de otro o de otra de forma ciega y misteriosa. Llegan a soportar la presencia continua del otro. Oh, tiene que haber algo en ello.

Pero a mí se me antoja tan tremendamente divertido. El placer carnal lo aprecio en todo lo que vale, pero me gusta cambiar de vez en cuando. Hasta las perdices cansan después de muchos días. Sólo la ignorancia estúpida o la hipocresía ponen pegas a la concupiscencia carnal, pero veo que hay gente que llama sagrado a lo que es puramente natural y me quedo estupefacto. Supongo que todos nos engañamos. Sonarse la nariz (...) representa un alivio natural. Lo mismo el coito. A éste, sin embargo, lo llaman sagrado, mientras que lo otro pasa sin epítetos. ¿Por qué hay que darle más importancia a una cosa que a la otra? Me parece que no quiero saberlo.

(...) En cuanto a mí, me pudro en mis cadenas y la naturaleza se limita a mirar por la ventana de mi prisión y luego pasa de largo. Me envuelve una malla de gélida indiferencia, nadie llega a mis sentimientos. Me encuentro apartado, sólo." (pp. 182-183)

El biógrafo:
A. J. A. Symons, sobre F. Rolfe (1934):

"Más que cualquier otra cosa, lo que anhelaba era que sucediese algo dramático que le hiciera independiente" (pág. 184)

"El punto de partida de su carácter complejo estriba en que era sexualmente anormal, en que era uno de esos hombres infortunados en los cuales los impulsos de la pasión están desviados. Las causas de esa anomalía, a menudo tan desastrosa para quienes la padecen, siguen siendo objeto de debate entre los expertos. (...) Pero, aunque no prestemos atención a la causa, es esencial, si queremos comprender a Fr. Rolfe, que tengamos en cuenta que él no eligió ser así: que fue algo que se apoderó de él desde sus primeros años y que no podía hacer casi nada para cambiar.

La historia de la Grecia antigua y de la Italia del Renacimiento nos demuestra que los sentimientos homosexuales no impiden el desarrollo de la personalidad ni obstaculiza el éxito en la vida; pero Rolfe vivía en la Inglaterra victoriana y por fuerza debió darse cuenta, probablemente siendo aún muy joven, de que su tendencia era contraria al mundo en que vivía. Fue entonces cuando empezó el largo dilema de su vida.

Su temperamento le indujo instintivamente a seguir la carrera del magisterio. La proximidad le permitía satisfacer su interés por los jóvenes de sexo masculino, interés que (también probablemente) él no reconocía aún como una manifestación de sensibilidad sexual. Pues, si bien es posible que no reconociera conscientemente la naturaleza de sus sentimientos, no lo es que, por debajo de la superficie, su subconsciente no se percatase de ella. El consiguiente conflicto interno e invisible le dio, si no un conocimiento de su naturaleza, sí, por lo menos, una percepción de su rareza. Se daba cuenta de que no era como los demás hombres.

Resulta fácil comprender el atractivo que para alguien en estas circunstancias ejercería el sacerdocio católico. Rodeado de quienes habían elegido voluntariamente el celibato, su anormalidad no se convertía en un posible vicio, sino en señal de su vocación. De ahí que aspirase a la ordenación (...). Quizás, de haber recibido las órdenes, habría podido (fortalecido por este apoyo exterior) desechar todos sus sentimientos sexuales y contemplar el hecho de desecharlos como una consecuencia del privilegio recibido.

(...) A medida que se hacía mayor se volvía intolerablemente consciente de la falta de satisfacción emocional de su vida. Su burla del amor ante Temple Scott [extracto primero] y su afirmación de saciedad fueron, estoy convencido de ello, como el desdén de la zorra por las uvas que no podía alcanzar. (...) Buscó algo que sustituyera el afecto en la colaboración [asociación literaria con otro autor que Rolfe practicó a menudo] como forma de intimidad.

(...) Finalmente satisfizo su pasión. Seguía llevando la máscara, pero la represión desapareció. Se calentó las manos ante el fuego del amor que el dinero o los halagos pudieran proporcionarle" (pp.: 285-291)




Foto: Tito Biondi aen el Lago Nimi Fotografía de F. Rolfe (hacia 1890-92).

sábado, 5 de diciembre de 2009

La manera


Hay quien cree que la vida está escrita en las arrugas de la mano, en ese mapa de carreteras, caprichoso y un poco absurdo, que tenemos dibujado en la palma como la chuleta de una Tierra Media cronológica. Reconozco que puede ser hasta bonito imaginar que la naturaleza nos haya favorecido con una guía de viaje tan a mano, una especie de gps genético que cabe en el bolsillo, a donde miramos cada vez que no sabemos si tirar a la derecha o a la izquierda. Espera que lo miro. Dicen que ahí viene todo, los amores, la familia, las esperanzas, la duración y sus contingencias. También puede ser un buen compañero de viaje, si sabemos leer lo que dice, podríamos amenizar un largo viaje en tren leyéndonos nuestras manos o las de otros, a ver qué dice la suya, permítame, no, la izquierda primero. Hay quien cruza estepas en transportes llenos de bostezos repasando la agenda de contactos del móvil, que es como hacer inventario de quién te va quedando en el mundo, y yo podría ir leyendo mi mano, mitad poema muy leído y mitad lista de la compra, lo pasado y lo porvenir, pero no un porvenir abierto, de horizonte, sino como un manual de instrucciones del IKEA, las directrices de lo que tienes que ir pensando en hacer para que la biografía esté a la altura del diseño de la mano.

Iba pensando en estas cosas y van y me leen la mano. La sujetaron con un sistema de dedos mullidos y enfermeros y la dejé muerta convencido, por un momento, de la medicina alternativa. Me dijeron cosas curiosas, algunas nada tenían que ver conmigo, otras ya lo quisiera. Y entre lo que no reconoces como tuyo y lo que desearías que se cumpliera vas pensando que lo mejor de todo es el calor de esas manos recorriendo la tuya. Ahora la derecha, que tiene que confirmar o condicionar lo que dice la otra. La derecha oscurecía efectivamente algunas de las predicciones o lecturas que la izquierda, con esa querencia a lo diáfano y panfletario que tiene, auguraba nítidamente. No podemos confiar en una sola de nuestras manos, la otra es necesaria como contrapeso de la balanza, cuida de que no nos escoremos demasiado, lo que nos llevaría a remolinos autistas y quién sabe si a algún que otro leve naufragio. En definitiva, con ambas manos alternativamente levantadas hacia el intérprete de signos y líneas, como el lector que retoma un capítulo empezado y salta de una página a otra en busca del último párrafo conocido, un dedo mágico siguiendo a milímetros de distancia la recta fisura de las aspiraciones y el éxito, la falla de los grandes amores (dos, con mucha distancia entre uno y otro), el arco cuantitativo de la vida (que se fractura en dos llegado a un punto, como si mi nombre se pusiera una “prima” y ensayara otra existencia, para más tarde irse sumergiendo bajo la carne, como anegado de hospitales y paros cardíacos, hasta casi desaparecer por completo –muerte clínica, coma, breve visita al chalet de la inmortalidad-, y terminar con un último y profundo zapateado final, un epílogo radical, vehemente, ancho y malva, como un cráter de media luna; a qué corresponderá, los adioses a cada una de las cosas en mahleriana catalogación, la pausada y orgullosa recapitulación, dos o tres últimas orgías, la mejor de las novelas, la explosión centrípeta de una amistad, el nivel subcutáneo del Otro definitivo). Una mano lenguaraz, que desvela secretos con excesiva facilidad.

Resulta también que soy cáncer con ascendente géminis y el planeta que más me influye es Mercurio. Y todo esto yo no lo sabía. Ahora que lo sé tampoco me dice nada. La ascendencia géminis explica, dicen, esa rotunda cabezonería bipolar que me caracteriza, lunáticamente seguro, como buen inseguro enfermizo, ruedo por la pendiente arriba o abajo con la misma tenacidad, tan pronto soy el señor de los anillos como el príncipe de las tinieblas, escupo perlas o trago barro. Mercurio se lo debe de pasar bomba mientras ejerce esa influencia que no sé en qué consiste. Una vez, de niño, rompí un termómetro y el mercurio se escapó en chinchillas metálicas y rodantes diseminándose por el suelo, quizá esa experiencia marcó nuestro lazo, descubrí mi kriptonita. Hay dos marcas paralelas en el flanco derecho de mi mano izquierda, la primera es como una cicatriz, empieza y termina clara y secamente, como una losa que cae del cielo, insemina y se vuelve a marchar; la segunda se multiplica en réplicas sísmicas de menor intensidad en la escala Richter, paralelas y en fuga hacia la izquierda, como las ondas en el agua, qué significaba todo esto, qué prometía.

No hay como tener un buen libro y no saber el idioma. Mi vida a escala y en forma de árbol de enamorados, cubierto por heridas de cuchillo romántico y debutante, ahí, tan cerca, tan táctil, y sin embargo tan imposible de alterar, todo lo que moriremos por saber inciso en huellas de gorrión, estrellas níveas, estelas de patín gelicortante.

jueves, 3 de diciembre de 2009

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Volver a casa, con las manos en los bolsillos del abrigo, y saber que le he buscado. Caminar hacia adelante y reconocer que las calles van retrocediendo, que vuelvo hacia atrás, que deshago caminos, reviviendo el milagro, espiando como un fantasma invitado aquel encuentro inesperado, fértil, el comienzo de todo. Volver de otras vidas, de risas nuevas, de distintos placeres, y encontrar un rumor de hábito, un deseo de repetición, un anhelo de regreso. Extraigo ese cáncer con mis propias manos, es muy fácil, lo contemplo de cerca mientras subo escaleras y replanteo discursos, no es más que una entraña dislocada, un conjunto de células imbéciles además de enfermas, que miran hacia donde aprendieron a mirar, que tienden, no crean, le buscan en todo, le invocan. Pero quién es, qué tiene de especial, qué vale, es espejismo, humo, garra que se prende a la vena más fácil, a la que antes sangre, como una encía, no importa qué, mientras duela, mientras reaparezca detrás de las esquinas, media cabeza, media vida. Odio su reiteración, su réplica. Destruyo imágenes cuando debería crearlas, me paso la noche asfixiando ideas recién nacidas, ahogando sueños con la almohada, y siento placer cuando dejan de patalear y se tensan y se enfrían y azulean y desaparecen. Llego a la puerta, la abro y me está siguiendo, en otros, en ventanas, en errores, en discrepancias. Me rodean bocetos, ensayos, parodias. Qué tiene tan poderoso, qué ha hecho de mí, que sólo puedo boquear ausencias, soy un yonqui sin remedio, un cuerpo podrido, pero no, no, hay espejos, bocas, voces, que dicen lo contrario, y les creo por un minuto, y me peso y me crezco, pero hoy he vuelto a casa sabiendo que le estoy buscando, mis brazos sólo aceptan jeringuillas de las suyas, hipo de mi aliento, mi estertor. Voy al sueño y sus imitadores se esfuman, las sombras regresan a los contornos de los objetos, la música vuelve a los altavoces, el dolor a su cuchillo, la sangre a la bala, sé vivir aquí, puedo, tengo, pero hoy, esta noche, al volver a casa, al despedir otros mundos, he sabido que le he buscado, un poco, dos minutos, nada, como un pálpito, como un soplo, un dolor lumbar que se cura con reposo, una jaqueca para la que sólo hay guillotina, suelta la cuerda, que caiga la cuchilla, viene, zas, ya está. ¿Ves qué fácil? Y en los sueños ya no existe, no cabe, no podría ni aunque supiera hacerlo. Sólo sabe reflejarse, reproducirse, maquetarse en diminutos dobles, en píxeles cancerígenos con los que se va formando mi mundo, a su imagen y semejanza. ¿Por qué sobrevive intermitente si lo he matado tantas veces? ¿Qué clase de zombi soy o es? ¿Cuánta sangre he de verter para ahogarlo? Le miro a los ojos. Son dos botones insignificantes, ya no me recorren, no me definen, no dicen nada, son cuencas muertas, valles arrasados. Son lunas que me dan la espalda y parecen idas, hay un sol que les da en la cara. Por qué me empeño ahora, en pijama, por qué ha vuelto esta noche, dos minutos, casi nada, dos eternas explosiones. Y sus réplicas, como muñequitos de papel recortados, decorando mis festejos. Que otros usen mis tijeras, que otros diseñen las esperanzas. Dura nada, dos minutos, dos inmensas nadas, pero por qué se repite y habita, por qué se eterniza.

La vuelta al mundo en corto


Los amigos de KIMUAK me han pasado la lista de festivales en los que ha participado "YO SÓLO MIRO" y los premios que ha ido cosechando. Perdón por el autobombo, pero no puedo evitar la emoción. Desde aquí les mando a Txema Muñoz y todo su equipo mi más sincero y emocionado abrazo. La listita es un viaje por el mundo que me produce estupefacción y muchas ganas de comprarme una maleta más grande. Y, sobre todo, es la mejor muestra de hasta dónde llega KIMUAK. ¡¡¡Viva la madre que os parió!!!

FESTIVALES EN QUE HA SIDO SELECCIONADO

ESPAÑA

- Concurso Iberoamericano de Cortometrajes «Versión Española» (TVE) Temporada 2009

- Cortogenia (Madrid) Temporada 2009

- Semana de Cine Español de Medina del Campo (Valladolid) 11-19 abril, 2008

- Festival Internacional de Cine Independiente de Elche (Alicante) 18-25 julio, 2008

- Festival de Cortometrajes La Boca del Lobo (Madrid) 16-25 octubre, 2008

- ALCINE. Festival de Cine de Alcalá de Henares (Madrid) 7-15 noviembre, 2008

- Concurso de Cortometrajes de Valls (Tarragona) 7-15 noviembre, 2008

- Festival Audiovisual de Eibar «Asier Errasti» (Gipuzkoa) (Informativa) 17-22 noviembre, 2008

- Cine Culpable. Festival de Curts de Vila-Real (Castellón) 19-24 noviembre, 2008

- Festival de Cortometrajes «Alocortico» (Asoc. Yemayá, Madrid) 20 noviembre, 2008-4 enero, 2009

- ZINEBI. Festival Internacional de Cine de Bilbao 21-29 noviembre, 2008

- Mostra de Curtametraxes Vila de Noia (A Coruña) 28 noviembre-7 diciembre, 2008

- Festival de Cortometrajes de Aguilar de Campóo (Palencia) 4-7 diciembre, 2008

- Festival de Cortometrajes Villa de Torreperogil (Jaén) 6-7 diciembre, 2008

- La Pecca. Certamen de Cine Gay y Lésbico de Sevilla 13 diciembre, 2008

- Certamen de Cine y Vídeo Joven de Irún (Gipuzkoa) 26-29 diciembre, 2008

- Gau Laburra. Beasain (Gipuzkoa) 29-30 diciembre, 2008

- Zinegoak. Festival de Cine Gay y Lésbico de Bilbao 30 enero-7 febrero, 2009

- Festival Solidario de Cine Español de Cáceres 16 febrero-7 marzo, 2009

- Zinemastea. Semana de Cine Vasco de Vitoria 23-28 febrero, 2009

- Muestra de Cine Internacional de Palencia 27 febrero-7 marzo, 2009

- Huhezinema. Film Laburren eta Dokumentalen Jaialdia (Eskoriatza, Gipuzkoa) 28 marzo-2 abril, 2009

- Festimatge’09. Festival de l’Imatge a Calella (Barcelona) 4-26 abril, 2009

- Corto Festival Dunas de Cine y Vídeo (La Oliva, Fuerteventura) 2-10 mayo, 2009

- Begibistan. Semana de Cine de Amurrio (Álava) 19-24 mayo, 2009

- Festival de Curtmetratges de Manlleu (Barcelona) 20-30 mayo, 2009

- Festival del Mar-Festival Int. de Cine Gay y Lésbico (Ibiza y Palma de Mallorca) 4-27 junio, 2009

- Muestra de Cortometrajes Torre Castilnovo de Conil de la Frontera (Cádiz) 2-11 julio, 2009

- Festival de Cine de L’Alfàs del Pi (Alicante) 3-12 julio, 2009

- Certamen de Cortos de Ripollet (Barcelona) 10-19 julio, 2009

- Star Freaks. Certamen de Cortometrajes de Viladecans (Barcelona) 10-24 julio, 2009

- Festival Internacional de Curtmetratges Mas Sorrer (Girona) 29-31 julio, 2009

- Certamen Nacional de Cortometrajes Ciudad de Astorga (León) 2-12 septiembre, 2009

- FESCIGU. Festival de Cine Solidario de Guadalajara (Informativa) 29 septiembre-3 octubre, 2009

- MIVICO. Mostra Int. de Videocracións de O Condado (Ponteareas, Pontevedra) 2-4 octubre, 2009

- Certamen Nacional de Cortometrajes Moracción (Mora, Alicante) 9-31 octubre, 2009

- Andalesgay. Festival Internacional de Cine Gay y Lésbico de Andalucía. (Sevilla) 20-29 noviembre, 2009


ALEMANIA

- Loesje’s Imagination Short Film Festival (Berlin) 14 mayo, 2009

- International Videofestival Bochum 18-20 junio, 2009

- Filmfest Eberswalde 3-10 octubre, 2009

- International Short Film Festival Munich «Bunter Hund» 15-18 octubre, 2009


AUSTRALIA

- Spanish Film Festival in Australia (Sydney, Melbourne, Brisbane) 10-20 mayo, 2009

- flEXiff - The First and the Last Experimental Film Festival (Auburn) 25-27 septiembre, 2009


AUSTRIA

- Festival der Nationen (Ebensee) 14-20 junio, 2009


BRASIL

- Cinesul. Festival Ibero-Americano de Cinema e Vídeo (Rio de Janeiro) (Informativa) 15-28 junio, 2009


CANADÁ

- AluCine. Toronto Latin Media Festival 12 noviembre-5 diciembre, 2009


CHILE

- Festival Cine/B. Santiago de Chile (Informativa) 7-15 julio, 2009


CHINA

- InDPanda International Short Film Festival (Hong Kong) 31 julio-2 septiembre, 2009


COLOMBIA

- Cine a la Calle. (Barranquilla) 4-15 mayo, 2009

- Festival de Cine Independiente de Mompox (Santa Cruz de Mompox) 13-16 agosto, 2009

- Festival de Cine de Bogotá 1-9 octubre, 2009


COREA DEL SUR

- BASFF. Busan Asian Short Film Festival (Informativa) 13-17 mayo, 2009


CROACIA

- Motovun Film Festival 27-31 julio, 2009


EE UU

- Annual Crossroads Film Festival (Jackson) 2-5 abril, 2009

- Cortocircuito Latino Short Film Festival (New York) 29-31 octubre, 2009


FRANCIA

- Festival International du Film d’Amiens (Informativa) 7-16 noviembre, 2008

- Reflets du Cinéma Ibérique et Latino-Américain de Lyon-Villeurbanne 4-18 marzo, 2009

- Rencontres du Cinéma Espagnol (Nantes) 11-22 marzo, 2009

- Festival International du Film d’Aubagne 16-21 marzo, 2009

- Les Ciné-Rencontres de Prades 16-25 julio, 2009

- International Best of Short Film Festivals (La Ciotat) 10-13 septiembre, 2009

- Festival de Biarritz. Cinémas et Cultures d’Amérique Latine 28 septiembre-4 octubre, 2009

- Festival International de Cinéma Méditerranéen de Montpellier 23 octubre-1 noviembre, 2009


HUNGRÍA

- Busho International Short Film Festival (Budapest) (Informativa) 1-6 septiembre, 2009


INDIA

- Kalparnirjhar International Short Fiction Film Festival (Kolkata) 1-5 noviembre, 2009


ITALIA

- CyBorg Film Festival (Anghiari) (Informativa) 3-7 junio, 2009

- Festival del Cinema di Brescello 19-28 junio, 2009

- Festival di Cortometraggi Overlook (Finale Ligure) 9-13 septiembre, 2009


KOSOVO

- Dokufest. International Documentary and Short Film Festival (Prizren) 3-9 agosto, 2009


NIGERIA

- Abuja International Film Festival 27-30 octubre, 2009


PERÚ

- Festival Internacional de Cortometrajes de Cusco 5-7 noviembre, 2009


POLONIA

- Warsaw Short Film Festival (Informativa) 26-31 mayo, 2009

- Era New Horizons International Film Festival (Wroclaw) 23 julio-2 agosto, 2009

- International Film Festival Etiuda&Anima (Kraków) (Informativa) 27 noviembre-4 diciembre, 2009


PORTUGAL

- Queer Lisboa. Festival de Cinema Gay e Lésbico de Lisboa 18-26 septiembre, 2009


REINO UNIDO

- Leeds International Film Festival (Informativa) 4-16 noviembre, 2008


RUSIA

- Open Cinema Film Festival (St. Petersburg) 7-15 agosto, 2009

SINGAPUR

- Singapore Short Film Festival 13-21 septiembre, 2009


TURQUÍA

- Ankara International Film Festival (Informativa) 12-22 marzo, 2009


PREMIOS OBTENIDOS

1. Festival Internacional de Cine Independiente de Elche (Alicante)

Mejor Actriz (Susi Sánchez)

2. Festival de Cortometrajes La Boca del Lobo (Madrid)

Mejor Actriz (Susi Sánchez)

3. ALCINE. Festival de Cine de Alcalá de Henares (Madrid)

Mejor Actriz (Susi Sánchez)

4. Cine Culpable. Festival de Curts de Vila-Real (Castellón)

Mejor Actriz (Susi Sánchez)

5. La Pecca. Certamen de Cine Gay y Lésbico de Sevilla

Pecca de Oro-Mejor Cortometraje

6. Certamen de Cine y Vídeo Joven de Irún (Gipuzkoa)

Mejor Director Vasco

7. Muestra de Cine Internacional de Palencia

Mejor Actriz (Susi Sánchez)

8. Festival International du Film d’Aubagne (Francia)

Mejor Cortometraje de Ficción

9. Corto Festival Dunas de Cine y Vídeo (La Oliva, Fuerteventura)

Mejor Actriz (Susi Sánchez)

10. Festival de Curtmetratges de Manlleu (Barcelona)

Mejor Cortometraje de la Comarca de Osona

11. Festival del Mar-Festival Int. de Cine Gay y Lésbico (Ibiza, Palma de Mallorca)

Mejor Cortometraje

12. Festival der Nationen. Ebensee (Austria)

Ebenseer Bären in Silber-2ª Mención Especial

13. Festival del Cinema di Brescello (Italia)

Mención Especial del Jurado

14. Certamen Nacional de Cortometrajes Ciudad de Astorga (León)

Tercer Premio

15. Queer Lisboa. Festival de Cinema Gay e Lésbico de Lisboa (Portugal)

Premio del Público

jueves, 26 de noviembre de 2009

Cumplir los 30


Recuerdo que una vez besé unos labios agrietados que sabían un poco a vodka y me dijeron que tenían 30 años. Cómo era posible que yo hubiera recalado en semejante puerto fue algo que no alcanzaba a comprender, siendo de tendencia tan claramente opuesta. Nos separaba una enormidad, tres o cuatro universos, un aparatoso kilometraje de horas y días y años de carreteras en sentidos opuestos. Pero no por nada en concreto sino porque tenía 30 años, qué barbaridad, bagdad. Yo era un yo no sé qué era, aparentaba más en las fotos y mi espalda trazaba una línea recta más amplia, porque está visto que he menguado estos últimos años, pero así como me veo la nuca no consigo imaginarme de frente y no sé qué estaba pensando. Era contradictorio, amigo de complicaciones, cualquier cosa que cayera a mi alrededor terminaba como una manta que se ha ido enredando en nuestras piernas a lo largo de una noche de insomnio, sobada, incomprensible, asfixiante. Y tener 30 era para mí como haber hecho la mili, como tener una ballena amaestrada, ser presidente de algo, tener algunas canas y un ramito de puntas de espaguetis saliendo lateralmente de los ojos. ¿Qué se yo lo que pensaba que era tener 30? Ahora que los tengo sé menos todavía, pero este fin de semana hay una amiga que los va a cumplir radiantemente, una amiga con la que he hablado siempre mucho del porvenir, del grado de inclinación que van tomando nuestras hipotenusas con respecto a la paralela de las cronologías, los deberes consuetudinarios, las obligaciones. Y en alguna plaza de esas que se esconden cuando voy sólo por Barcelona pero reaparecen si alguien me acompaña, sentados en alguna piedra vieja, hacemos de arqueólogos de lo que venimos siendo y nos abrazamos mucho cuando nos miramos a los ojos. La voy a echar de menos cuando este finde celebre la llegada a ese balcón desde el que antes me daba miedo que me mirasen. Pásate, si lees esto, por el patio de las columnas romanas y haz como si me hubieras visto salir.

lunes, 23 de noviembre de 2009

Rayado


Mi cuerpo está cansado, llevamos cuatro días de rodaje, frío, madrugones y noches de mal dormir, ahora continúo con otra movida nueva y tengo pendientes otros dos frentes inmediatos (tres con aquella otra, cuatro con la que tú sabes), pero mis dedos van al teclado como las moscas a la miel, a engolfarse picoteando, a saber qué estarán buscando, una combinación que neutralice una explosión de energía, o he visto demasiada televisión. Curioso. Lo tengo aquí delante, es un aparato como un ojo cuadrado (los antiguos modelos mejoraban la metáfora con sus dos únicas pestañas divergentes y erizadas), lleva el cable enrollado sobre la cabeza, como un tocado africano de poca altura y una boca breve, como rencorosa, que siempre dice SHARP. Hace como un mes que la única televisión que he visto es la que he ido encontrando en bares, generalmente noticieros, con informaciones sincopadas o miopes que no acabo de entender. Hoy he visto un mitin del PSOE con llegadas de los miembros del gobierno sobre alfombra rosa (tipo Zinemaldia) y con entrevistadores / actores, grupo de jazz y un público entregado. Debo confesar que tampoco he entendido nada, que parecía una burla editada de "Vaya semanita", pero que al parecer ha ocurrido de verdad. Y ya no quiero saber nada más de la actualidad, de la gripe A, de la sección de economía (no por dios), quiero quedarme en este salón y escuchar a este grupo de Barcelona que Lara no conocía y yo sólo un poco, terminar el plan de rodaje, los desgloses y todo el cristo que tengo pendiente, cenar, acariciar al gato, descansar y escribir, escribir, escribir, visualizar, acercarme a ese hombre con mala suerte que empieza a creerse que tiene poderes, quién es, qué ropa lleva, por qué me lo imagino en determinado pasadizo comercial del barrio, escueto en claroscuros, como el plano de la estación en "Munich", cómo ir contando la desolación mediante la imagen patética de un infeliz al que todo le sale mal, el trabajo, el amor, la vida, en general, un gixajo, lo siento, es una palabra intraducible pero increíblemente exacta, pero que en su fuero interno empieza a comprobar que puede desear el mal del de enfrente y provocar que ocurra en cuestión de segundos (si está muy concentrado). Su poder le llevará a la reflexión de cómo ejercerlo, si para el mal o para el bien. Pero el bien no funciona, intenta ayudar a los necesitados pero sus deseos no se plasman, los milagros no se producen. En el mal la cosa va de maravilla, pero lógicamente empieza a discriminar mejor, a elegir más escrupulosamente sus víctimas. Porque se da cuenta de que aplicándose contra los más merecedores de su castigo, en el fondo está ayudando a los demás, hace el bien a través del mal concreto. Delirios de grandeza, claro, el tipo es un cuarentón apuesto pero inútil, las cosas ocurren sí a su alrededor, y él cree provocarlas porque las desea, cuando en realidad ocurren sin más o se las imagina. No, no va por ahí, la cosa así no funciona. Pero hay algo, algo... palabras, tecleos, manchitas oscuras sobre fondo blanco, la zebra a la que me han atado.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Espejo frente a espejo


Estoy feliz porque finalmente he dado con una buena antología de poemas de Miguel Hernández. Están todos los que conocía y muchísimos más que nunca había leído. Me esperan buenos ratos ojeando sus hojas. ¿Me esperan buenos ratos? Hay una corriente a la que me acerco descalzo, con los calcetines amordazando las zapatillas, tanteo la temperatura del agua, terríblemente fría o caliente, siempre terrible, de flujo, de osadía, de muchedumbre. Tengo trabajo pendiente. Me toca a mí, tengo que hablar en público, decirme de nuevo totalmente, vestirme de apellidos y manías, probarme el sabor de mi boca, ensayar caricias convincentes, aprender a contenerme en mis dedos, olvidar los espejos (¿qué refleja un espejo frente a otro espejo?), vaciarme de quimeras, atarme los cordones, flexionar las rodillas, levantar el culo, reaccionar al disparo, correr como alma que busca al diablo. Tengo que desnudarme de mí, abrirme la bragueta que empieza en la frente, colgar de una vez por todas el traje de buceo, ser esqueleto, contarme las costillas, ver que están todas o quitarme alguna para ser más flexible, encajar la mano en el hueco de los pálpitos, creer en ellos, en la sombra que han dejado sus ecos, como un reguero de azúcar y tabaco, recoger una muestra con un dedo, medir el punto de sal, bicarbonatar el vacío del estómago, como quien encala un trastero, rascarme la espina dorsal, recorrerla con mano ajena, vértebra a vértebra, y contar hasta diez sin respirar sin pulmones. Tengo que escuchar muchos discos, buscar muchas palabras, dudar muchas veces, tengo que caerme, sangrar, conocer muchos hospitales, llorar con esa sonrisa que se me ha quedado, echar las lágrimas a un cubo, fregar las baldosas con ese salitre ridículo y tartamudo, tengo que seguir el concierto, hacerme el sueco tantas más veces, mirar con ingenuidad a un gorrión, pedir pollo de segundo en muchos más restaurantes, cronometrar los sueños de otros, etiquetar besos, peinar de lado pelos lacios, coleccionar tacitas de plata, coger aviones, soñar con colchones en tantos colchones, tengo tantas cartas por escribir, tantos poemas que conocer, qué bien que por fín, qué bien que Miguel, te abro en mitad de cualquier sitio, y te encuentro un rayo constante, un carnívoro cuchillo, una barranquica, elegías, retamas, asteriscos, costuras, retazos, azotes, tesoros, rosales... cadenas de poemas, versos espirales, tornillos en la boca, besos como virutas de hierro, labios como almohadas, siento sueño, es la espalda y esta silla recta, carcelaria, boca que arrastra mi boca, boca que me has arrastrado, boca que vienes de lejos a iluminarme de rayos, alba que das a mis noches un resplandor rojo y blanco, boca poblada de bocas, pájaro lleno de pájaros. Las ocho son un buen propósito de enmienda. Mañana a las ocho será de día, se habrá levantado el sol (que como el sol sea mi verso, más grande y dulce cuanto más viejo), el sol te habrá levantado, te vestirás despacio, porque tienes prisa, prisa por irte al río, a ver fluir la mañana y la vida y las guerras y los afanes, descalzo, con las zapatillas engarfiadas en dos dedos, a probar la gelocalidez de sus aguas, ocho de mañana, mañana en ocho, capital del dolor, inmensa página en blanco, qué palabra, cuál será la primera.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

La ventisca plumífera (Notas del absurdo I)


Qué vergüenza madre leer el anterior post, delirios de grandeza, prólogos pautadores de mierda. Todo es lo mismo, eterna rueda rodante, tuneladora que a saber qué nuevos agujeros me está practicando sibilina y lubricante. En algún lugar hay un interruptor, lo sé porque lo vi cuando era de día, pero dónde, coño, dónde. Emprender la jornada, comprar el pan, buscar un hueco que se parezca a mi cuerpo en almohadas del Zara Home, perder un autobús, acariciar la tecla definitiva y no llegar a pulsarla, hablar con los animales y los niños, torcer el cuello hasta el chasquido de la decencia, trascender los muros de los edificios y plantarme en sus oficinas, en sus hogares, ser ésos que veo, proyectar, proyectar, retroproyectar, hacer del pasado un libro de cuentos, saltarte los aburridos y subrayar los instructivos, vivir como un rotulador fluorescente, perdiendo la punta en deshilaches, rozamientos, choques frontales, y esa saliva azul de bolígrafo barato que se queda impregnado y con el que vas manchando tus manuscritos, elegir el olor a rosas o a lavanda para el ambientador en un chino con poca luz y pasillos estrechos, comprobar que ambos huelen a lo mismo, reflejarme en cristales que no saben nada de mí, pensar, imaginar, idear, bocetar, proyectar, de nuevo, ya estamos otra vez con lo mismo.

Cuando Lara está en casa el gato no me hace ni caso. Pero estos últimos días que ella ha estado trabajando y apenas ha venido al piso, había que ver al jodío bicho siguiendo todos mis movimientos desde atalayas que le encanta improvisar o acurrucado sobre la cama en actitud que puede parecer de reposo pero que en realidad es de espera, se sienta donde me siente yo, me maúlla para que le abra las ventanas y vuelve a llamarme cuando se cansa de pasear por los tejados y le apetece volver al calor del hogar, y yo vivo más pendiente del gato que de lo que hago, o casi haciéndolo para el gato, para que él me mire hacerlo y piense “mmm, qué co-dueño más interesante, que se pasa parte de la madrugada leyendo de un libro y apuntando cosas en otro más pequeño”. Cuando lo hace el gato no nos importa ser un segundo plato en toda regla, lo achacamos a su animalidad. Pero con las personas no pasa lo mismo. No entendemos la voluntad de independencia, la necesidad de abrirles las ventanas y de que salgan en plena noche a buscar otros rincones, otras caricias, a respirar más oxígeno, a dejar que el cuerpo se les vaya enfriando inmovilizados en lo alto de las chimeneas como gatos de veleta, olvidando los quehaceres, el hueco que se ha dejado en casa esperando a ser llenado, hartándose de clichés urbanos de noches lluviosas, cuando el bohemio se escapa de la manta y antes prefiere el frío que recular hacia el centro de la cama. O aunque las entendamos y las alentemos siempre nos producen un mínimo, insignificante cortocircuito, como el chispazo que echan algunos interruptores, que no llega a fundir la bombilla. Comprendemos porque esperamos que nos comprendan nuestra necesidad de creer en la autonomía, en la independencia de ese islote perfecto, cadencioso y aséptico que queremos ser. Pero a pesar de todo cuando el gato te hace un feo y te da la espalda olfateando los talones de su dueña, no puedes evitar recordar los buenos momentos que has vivido con su liviano cuerpecito en tu regazo y lo cerca que estuviste de creer que sus ojillos eran de verdadera satisfacción, que ronroneaba con sinceridad, imitando alentando con la cola el viaje en espiral de las volutas de humo de un cigarrillo de los que ya no me quedan.

Hay un mundo chillando al otro lado de la ventana. Lacruaquet. Urtiznerea. Margálaga. Catábasis. Lazos, cuerdas, nudos, pocos, míos, éstos. Proyectos, proyectos, proyectos. Sombras larguísimas sobre un muro lejano.

lunes, 9 de noviembre de 2009

De la brevedad de los relatos


En el capítulo 24 de "Rayuela", Cortázar pone en boca de Gregorovius, un personaje fantasioso e indescriptible, en mitad de una conversación normal, el siguiente relato corto camuflado:

"Hubo una época en que me dedicaba a estudiar a mi madre. Era en Herzegovina, hace mucho. Adgalle me fascinaba, insistía en llevar una peluca rubia cuando yo sabía muy bien que tenía el pelo negro. Nadie lo sabía en el castillo, nos habíamos instalado allí después de la muerte del conde Rosser. Cuando la interrogaba (yo tenía diez años apenas, era una época tan feliz) mi madre reía y me hacía jurar que jamás revelaría la verdad. Me impacientaba esa verdad que había que ocultar y que era más simple y hermosa que la peluca rubia. La peluca era una obra de arte, mi madre podía peinarse con toda naturalidad en presencia de la mucama sin que sospechara nada. Pero cuando se quedaba sola yo hubiera querido, no sabía bien por qué, estar escondido bajo un sofá o detrás de los cortinados violeta. Me decidí a hacer un agujero en la pared de la biblioteca, que daba al tocador de mi madre, trabajé de noche cuando me creían dormido. Así pude ver cómo Adgalle se quitaba la peluca rubia, se soltaba los cabellos negros que le daban un aire tan distinto, tan hermoso, y después se quitaba la otra peluca y aparecía la perfecta bola de billar, algo tan asqueroso que esa noche vomité gran parte del goulash en la almohada".

En esta narración de un recuerdo a todas luces falso, pero contado con esa ternura, esa sobria y a la vez muy efectista forma de distribuir los detalles, injertado como digo en una conversación que mantienen Gregorovius y la Maga, hay un ejemplo maravilloso de lo que debe ser el argumento de un buen cortometraje. Es una anécdota, extraña, maliciosa, inquietante, pero sirve para hablar de al menos dos personajes (el conde muerto y la mucama como comparsas aludibles), mostrando sólo la punta de sus icebergs, el niño fascinado por la operación falsificadora de su madre, convertida en un objeto de adoración y voyeurismo, y la madre calva, que construye una doble ficción (la peluca rubia sobre la peluca negra) y la desnuda cada noche en la soledad de su tocador, violada por un agujero en la pared y un ojo muy abierto. Finalmente, la decepción, sorprendente pero inevitable al mismo tiempo, como el despertar a la verdadera vida, esa construcción endeble de bellas mentiras a partir de tejidos monstruosos, cadavéricos. Lo tiene todo.

Y sin embargo me empeño en buscar unas historias que me fascinan por alguna forma de belleza en progresión, cuando hay una transformación o el desencadenamiento de imprevisibles emociones, como si en lugar de escoger un vagón en concreto optara por el tren dando una curva.

Mi trabajo sobre "La vida breve" de Onetti se está complicando. Soy consciente de que la historia que me entusiasma es larga, implica muchos minutos. Pero estoy, una vez más, pensando en la manera de incorporar al estilo del corto la técnica necesaria para hacer una primera parte nebulosa pero contextualizadora, que saltara en el tiempo y sugiriera sirviendo al mismo tiempo de pautadora de un ritmo. Son muchas cosas las que hay que ver, escuchar, antes de pasar a contar la segunda parte y el desenlace. Tengo la impresión de volver a estar queriendo meter un elefante por el ojo de una aguja.

No hay más que pelos de gato en el teclado. Mañana dejaré abierto el word por si a Benjamino le da por dejarme un mensaje pedestre. Quizá me ofrezca una solución.

viernes, 6 de noviembre de 2009

La azotea


Hubo un día (y así quedó reflejado en algún lugar de este caos blanquinegro) en que ciego de asfalto, harto de la grandeza, me subí a una azotea y me hice gato unas horas, me salió una cola robusta y marrón, con la que me iba apoyando en las tejas resbaladizas aún para mis principiantes maullidos, cuatro esponjosas palmas que lamía mientras contemplaba un Madrid insólito, esa esfera de electricidad que conecta todas las buhardillas, las terrazas con mesitas para el verano, las calvas de los edificios, las pocas peinetas de moños oscuros, verticales, los más altos ventanucos, las últimas mirillas, como un estrato geológico superior, la planta quinta de este supermercado hirviente de hormiguitas que por poco me arrastra y me enmudece. Fui gato el tiempo justo, después volví a las calles, a rodearme de alturas, al paleolítico superior desde donde no se pueden ver las nubes de un neolítico fraudulento, que vende innovaciones como quincalla, regadíos de esperanza, gallinas de huevos sin yema, el panteísmo del zodiaco, la energía y los falsos consejos.

Y va la vida, que se empeña en parecer escrita por alguien con talento, y me trae de vuelta a esta azotea donde se fraguaron, sin yo saberlo, ilusiones de permanencia, instintos felinos. Vivo en lo más alto de una casa que es un faro y un refugio, un ojo iluminado que otea la ciudad, vertiendo un beso como un foco, una luz como de dominio, bañando conos de ciudad en la más amarilla de las mareas. El gato me mira, salta a mi cama, resume en dos zigzags lo esperable de nosotros, vierte mi vaso, mordisquea mis zapatillas y me invita a los tejados, extrañado de que no le siga. Imagino que perdona mi cobardía, entiende mis escrúpulos, no quiero andar aún por los tejados, adiestrar a la luna, silbando melodías improvisadas. Lo que quiero es quedarme aquí sentado un minuto, esperar a que mi cuerpo se vaya habituando a estas paredes, a memorizar que para ir al baño es mejor girar a la izquierda de la silla desde la que escribo, a impedir que el gato se suba a la colcha, lo que es, la manta de mi madre aquí no la pongo, visto cómo está el somier de arañado, dulce bestia, engañoso muñequito. Habituarme a tener dos soles en la espalda, a percibir como una noche súbita el paso de la más leve nube usurpadora, y sentir que de mis espaldas sale una tela de araña buscando los dos vértices traseros, de mi pecho otra doble línea en x hacia el frontal del cuadrilátero, de las cuales brotan segundas ramificaciones, terceras, que a su vez parecen subdividirse, buscar el contacto con la más cercana, como un rompan filas de soldados de permiso abordando burdeles, y en un tristrás estoy conectado a una maraña de cables duros y resistentes, perfectamente afinados en do, que petrifican, humedecen, arpegian mis tripas.

Estoy esperando a que me lleguen los últimos fardos con víveres y utensilios de extrema necesidad, una caja de libros que reza “necesarios” y que ya no recuerdo qué contiene, pero la voy a abrir, descalzo y de rodillas en mitad de mi habitación, abriendo con los dientes si es necesario las cintas de embalaje, e iré extrayendo los libros como si cada uno fuera el regalo de alguien distinto, los besos de bienvenida que me mandan los amigos, tan fáciles de querer que no cuestan nada pero lo valen todo. Romperé la caja vacía, destripada de mis tripas, apilaré cartones de tamaños regulares y encenderé una fogata que se verá en todo Madrid, que subirá por los cielos de mi corredera, atufando de incienso, colonia y sudor, más las partículas que hayan dejado tantas palabras impresas, ideas negruzcas que volarán como incandescencias de corta vida, y la columna de humo, como la de mi cigarrillo, como la cola del gato al que he dejado atrapado en el exterior y con la que golpea la ventana en busca de compasión.

miércoles, 28 de octubre de 2009

La piedra


Primera piedra. Come, lee y haz ejercicio, me dice un buen consejero. Leo comiendo y no paro de descubrir nuevas cuestas en este pueblo que me acoge. Ordalías de intercambiadores de autobús y conexiones con línea 10 de metro, dos horas para llegar a donde antes tardaba diez minutos. Es la vejez, la experiencia, a uno le va costando más hacer lo que antes no era sino un acto reflejo. No hay desolación (ya o todavía), no hay lágrimas que quemen ni estraguen, hay una mirada limpia, miope, y la luminosidad de una maqueta de Madrid con su boina irrespirable, anaranjada, a las ocho de esta mañana primera. Primera mañana. La casa/asilo me palpa las costillas cuando me seco el cuerpo. Ha enviado a la alfombrilla para calcar mis huellas, los libros de la abigarrada librería pestañean incrédulas como franjas de una truncada columna de decibelios, no me conocen aún, sólo saben que palpo delicada y cautamente sus lomos, como abrigando seductores placeres. El desayuno es la primera obligación, el relato intermitente y el cigarrillo, su imprescindible epílogo, y ya puedo empezar a tramar el día. No leo la prensa por si me estalla la crisis en plena cara (¿seremos cuatro millones y medio de parados?, ¿cuatro millones y medio de infartos de miocardio?), no discuto de econometría, los hay más doctos. Las cuentas a cero, vertiginosamente resbaladizas, como la carretera que me arrastra hacia Madrid, debo terminar unos asuntos, nudos de una corbata rígida, rugosa, luciente. En la ciudad hay trastornos, bloques de piedra desubicados, hombres que cuentan los signos del otoño, como registradores de la propiedad, tenistas de la urgencia, borbotones de una sangre delgada, que no duele (no duele), brillos familiares, terciopelos falsos (pero ay, qué dulces), flechas puntiagudas, tensadas, pronósticos, afanes, globos de niño atrapados como espermatozoides moribundos en altísimos techos, exposiciones, ferias, grupos de ciegos buscando sus bastones, un consuelo de ojos verdes, un amigo inubicable, una promesa yacente, un alpinista en potencia que suelta el lastre, lo suelta, lo deja caer, se hunde, no regresará. Cuando miramos la ciudad tendemos cuerdas con las que después, al regresar sobre nuestros pasos, en franca retirada, tropezamos. Hay una maraña de cuerdas que he de ir saltando, elástico, convencido, intolerante. Tengo, no sé si una vida, pero al menos una calle por delante. La calle se aleja a mi paso, se ensancha, enmudece de misterio, inmensidad, palpita y se ondula cuando pasan las nubes y el sol desiste unos segundos. Abro los ojos y las agendas, pronostico fechas, fines de semana, aviones de papel. Tengo citas, entrevistas, inquisiciones, me siento ante un espejo cada noche, me hundo en la bruma de la ducha, hay un delirio narcotizante en la búsqueda de la sangre de uno mismo, en el análisis morfológico de mis venas. Alimento mi pequeña bestia incivilizada, el monstruo que me dejaron en prenda, lo mimo, le corto las uñas, procuro su subsistencia. Sólo así irá muriendo, dulce, enamoradamente. Tacho párrafos, por no poder tachar otras cosas, escribo para reescribir lo ya publicado, fumo menos, aguanto más. No sé si es una carta pero si lo es tráeme unos chorizos del pueblo, aquí ya no se consiguen. Señor Juez, por si es usted el destinatario, no he muerto voluntariamente. No hay rima adecuada, imposible ninguna melodía, por tanto tampoco es una canción. ¿Qué es esto que me sale? Es una piedra, la primera, del riñón. La sedimentación de una arenisca fina y mía, nuestra, que se fue solidificando y hoy empiezo a expulsar, vía literal. Me he convertido en locomotora, sólo puedo caminar, arrastrar a mis íntimos viajeros, queridos monstruos, muertos todos en el incendio del que no se salvó nadie. Hacia demencias innatas, por panoramas vírgenes como películas de 16 milímetros, la próxima será en formato cuadrado, por mis cojones. Hay una cueva que me espera, donde seré feliz e infeliz como un semáforo es verde o rojo, y ámbar cuando sea menester, como hoy, esta primera mañana de la primera piedra del primer esbozo de una primera quimera.

martes, 29 de septiembre de 2009

El vigía

En mi casa están construyendo un ascensor que evite subir la cuesta y conecte diversos grupos de casas con un rápido trazo vertical. El trayecto está dividido en dos etapas. Son dos columnas de cemento como dos brazos con muñones, levantados de la noche a la mañana, con entusiasmo, sin armonía. Son dos torres de vigía que ya no sirven, que han llegado tarde, porque el enemigo ya se ha colado. Comprendo que me hubiera podido subir a ellos y otear el horizonte, pero me lo han robado todo y ahora camino subiendo la cuesta por entre las sombras de estos dos gigantes absurdos e inútiles, arrastrando mi desolación por este ambiente de construcción. El enemigo ha entrado por donde menos lo esperaba, por una hendidura inadvertida, o quizá una puerta menor e insignificante, de la que hubiera olvidado preocuparme. En vano reclamo nada. La ciudadela en construcción se me antoja grotesca, un monumento a la violación, una elegía a mi insolencia. Todo se va volviendo esquelético a mi paso, el asfalto, la golondrina, una diástole de dolor, la incomprensión, el miedo. Se me ha quedado el silbido colgado de los labios, de pronto estoy de funeral, me han entrado en la casa y han robado lo más mío, lo que más adoraba, mi secreto, mi único tesoro. Y pienso en cuánto tiempo hace que bajé la guardia, cuándo fue la última vez que no eché de menos sus caricias, y me compadezco y no es del todo justo. El arquitecto de nuestro castillo va cuesta abajo con las manos en los bolsillos, pegando patadas a una botella vacía. Las invasiones bárbaras han vencido. Mi barrio ahora son ruinas de un proyecto, los restos de una ciudad bombardeada por dentro. El zapador ha ido colándose casa a casa, demoliendo paredes, respetando las fachadas, recorriendo la avenida en paralelo, secretamente, a salvo, mazazo a mazazo, sepultado por el estruendo de mi vida. Para cuando me he querido dar cuenta el ladrón ya era un invitado. Ahora creo estar llegando a mi portal pero no siento la llegada, me inmolo en un ascenso que es descenso, un acertijo de curvas demasiado cerradas, arrastrando con cada pierna una mole de siete años, siete años en un Tibet tan puro y cristalino, tan fácil de hacer añicos. Qué inútiles los afanes, los espejismos que se formaban a nuestros pies, como nubes bajas que subrayaban nuestra coronación, qué mentirosa la madera que crujía alrededor. Cuando suba a este ascensor habrá pasado el tiempo, la cuesta se verá olvidada, en un mundo de coches, sin humanos, será el trayecto de una historia que terminó con brusquedad, como un barranco finiquita la tierra, se acabó lo que se daba. ¿Qué hacer con las maletas, el equipaje de un reino ideal venido a falla, qué hace ese microscópico pasajero en mitad de la estación? ¿A dónde creerá que va?

lunes, 31 de agosto de 2009

Paseos


Málaga es cuando paseas por barriadas multicolores, populosas, áridas de cemento y geometrías empobrecidas, como dentaduras con huecos de muelas extraídas donde se acumulan escombros, basuras y animales de los que no se acarician, esquinas inhóspitas, señales de tráfico truncadas, escaparates sin brillo, aceras mordidas, y Málaga es un río que se ha ido, con su cauce de despojos y niños en bicicleta, como una Atlántida calcinada, el poco garbo de sus puentes, poco más que lianas que transbordan peatones de un lado a otro de la cicatriz silenciosa. Málaga es cuando se te llena de pena el corazón de tanto edificio en ruinas, tanto desconchado, la pintura ya como gangrena, los cables telefónicos combados como un látigo fotografiado, los breves balcones con agujeros y macetas, ropa tendida y cubos de fregar, y hasta un hombre en pijama que se ha sacado el colchón y despereza los brazos extendiéndolos al aire por los barrotes, como un niño grande que trasciende la cuna o un presidiario reclamando oxígeno. Y Málaga es también cuando braman motos a tu alrededor y sorteas hervideros de prisas, bocinazos y maldiciones, cuando unos gritos de hombre joven descuartizan la suave capa de nata donde fermentan tus sueños en la tórrida madrugada, el plano único de los sonidos de una ciudad que duerme tensa y amurallada, como una Sagunto sin desgarros ni hilos de sangre putrefacta, en su propio sopor ardoroso y paquidérmico, porque Málaga es cuando un elefante empieza a doblar las piernas y acepta por cansancio su derrota. Y "ohú, vieho", resopla.

Pero entonces la ciudad te detiene y te da dos besos con lengua y se escapa. Es que hay una casa, una luz, una palmera. Dos calles que juegan a hacer de "k" en el sol y sombra. Las maneras de un camarero, la señora con su bolsa de la compra, los ojos verdes incrustados en una piel morena casi negra, la sonrisa de una chica que no tiene más que una sonrisa, y esquiva eses y relampaguea y te ofrece un hogar a cambio de un pálpito y una cena. Málaga es cuando acabada la ciudad, hundida la masa palpitante de sus cofres abotonados, sus viviendas de VPO y sus raleas, desaparecida en su hecatombe de Habana peninsular, te sostiene el abrazo de una gente marciana, capaz de todo a todas horas, de lo peor y más indescriptible, merdellona, de lo más sencillamente emocionante y nutritivo para un vasco acostumbrado al otro lado del calcetín, a la vida sanota pero mezquina, silenciosa, orgullosa.

Málaga es cuando una mirada te quita el hipo, una escultura se pasea como recién salida de un museo a ver la Feria y curtirse el lomo. Y entonces descubres que se puede vivir en una ciudad envejecida y de belleza arrinconada, que no hay metros que valgan la pena si no hay esa otra conexión subterránea que acorta las mayores distancias.