viernes, 18 de diciembre de 2009

Dos dormitorios


Tercera jornada íntegramente dedicada a la visita de pisos de alquiler. Zonas de Madrid visitadas: cuatro. Comunicación entre ellas: la peor diseñable. Tiempo estimado entre piso y piso: la caminata y un café con leche de, siempre, 7 minutos. Lectura para el camino: "Nocturno de primavera", Josep Pla, ediciones Destino, Áncora y Delfín. Demasiado grande para llevarlo en la mano, a Dios gracias he recuperado mi bolsa Nike de cuero negro (el cubano del barrio me cobró 15 euros por una nueva cremallera; tardó dos semanas en "ir a por él"). Balance de los pisos visitados: comprendo con exactitud lo que debió de sentir Alexander Nevski al contemplar el lago helado de Tchoudsk cubierto de cadáveres (en el mío yacen en patética promiscuidad caseros, avalistas, arquitectos, registradores de la propiedad, ascensoristas, tenientes alcaldes, concejales de vivienda, periodistas, gestores inmobiliarios y porteras). Segundo balance de los pisos visitados: preguntas que lanzo al respetable. 1) ¿Qué entienden ustedes por la expresión castellana "dos dormitorios"? No crean que la respuesta es tan sencilla ni unívoca. He descubierto que "dos dormitorios" es una fórmula aún más vaga y agotada que la de "te querré siempre". O al menos igual de dúctil y maleable a la realidad empírica. Realidad empírica hecha a base de una habitación "espaciosa" (o sea, de las que hay que elegir entre estar dentro o meter la cama -si no se quiere estar "encima" de la cama-) y un trastero o cuchitril que viene a ser "el otro dormitorio" pero donde dormir sólo lo pueden hacer las cajas de leche y las escobas. 2) ¿Por qué cuando se pregunta por las características específicas del piso la respuesta siempre incluye una referencia, al parecer esclarecedora, a la existencia de cocina y baño, como si se estuviera hablando de lujos extra del tipo "calefacción central" o "bañera con hidromasaje"? Hola, quiero un piso sin cocina ni baño, sólo dormitorio y salón. En ese caso, son 500 con 6 meses de fianza. Me le quedo.

Calles como tarjetas de visita, saludos de balcones pasajeros, ya nos veremos, quizá, árboles espesando los ladrillos, vidas posibles en cada portal. Este piso está siempre alquilado, ya tengo interesados. Una pared amable, un suelo acogedor, ventanas a mundos desconocidos, me parece estar buscando celda, alcaide, con vistas al muro de ejecución, cada ventana es una pregunta que dirijo a mis ojos, ¿estáis dispuestos a levantaros cada mañana viendo esto?, y me contestan con parpadeos, ni de coña, o quizá. Vendedores que te empujan de una habitación a otra, a qué me recuerda este suelo, serían 850 con la comunidad incluida, sólo tendríais que pagar el agua y la luz. Y los 850. En este suelo yo he hecho cosas. Es un suelo continuado, lo he visto antes, me he arrodillado muy cerca de él, he besado en sus losas. Pero estas paredes asfixian, los muebles parecen perros apaleados, reculan desconfiados hacia las esquinas, agachan la mirada, alguno rebufa de inquietud, me huele a gato, supongo. Escaleras que no prometen nada bueno, ascensores donde no caben las camas, posibles vecinos saludando, la siguiente visitante esperando junto al portal, una mirada breve de recelo antes de partir. Nombres de muertos y efemérides, plazas, travesías, costanillas. Generales, condes, supermercados cercanos, una cafetería por dios, que me muero de frío. Un descafeinado, porque ya es el cuarto del día. Me atiende una china encantadora. Me anima involuntariamente a cierta expansión: ¿sabe de algún piso en alquiler por esta zona? Me entiende mal y cree que soy un inspector de vivienda. Se mete en la cocina y no vuelve a aparecer. Le pregunto cuánto es y me contesta desde dentro que uno veinte. Lo dejo sobre el mostrador y ya llego tarde a la visita. Son sólo 7 minutos los que tengo para los cafés y me estoy meando desde hace tres pisos.

Leo a Pla: "En aquella época la población estaba basada en tres estamentos: los señores en franca decadencia, generalmente grandes propietarios que habitaban los viejos caserones de la población, caserones en extinción, siempre a punto de ser abandonados por la sistemática emigración de sus propietarios hacia la capital de provincia o Barcelona". Casi me doy con una farola. ¿Voy bien? Fernández de los Ríos, sí. "Después estaban los menestrales, una clase formada por los comerciantes ligados con el mercado semanal y los artesanos: la clase numerosa e importante, la vida misma de la población. Y después estaba el pueblo, o sea los jornaleros. Estas tres clases vivían separadas. Cuando se producía el matrimonio de un individuo de una clase determinada con una persona de una clase diríamos inferior, era como un cruce morganático, hablando en vilaplanés, un hecho que producía un bum-bum considerable". Cruzo a la derecha, recuerdo el mapa mental que dibujé en casa a partir del googlemap, tengo que llamar a mi madre porque hoy es su cumpleaños. Este Pla es fantástico. "Había un baile de domingo por la tarde de la morralla de la población y del material payés de la comarca. Los domingos por la noche había un baile en el Casino Menestral al que sólo tenía acceso esta clase. Los señores se divertían poco. Eran gente de iglesia, sobre todo de funciones de iglesia y, si era posible, con predicador arrebatado. Bailaban en público sólo para la fiesta mayor, una vez al año. Como el baile era frecuentado por forasteros, resultaba que las señoritas de las casas buenas bailaban con desconocidos, que generalmente resultaban ser de la morralla de pueblos lejanos. Los establecimientos también respondían a esta organización jerárquica. Los pobres iban a la taberna; los menestrales, al café, y los señores, al Casino. A nadie le gustaba entrar en un ambiente que no era el suyo. Se encontraban incómodos y cohibidos. La primera mezcolanza de clases se produjo con la llegada del cinematógrafo. El cine produjo una tendencia a la nivelación que nunca, antes, se había podido imaginar".

Ya he llegado. Una mierda. Esto no son dos dormitorios.

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