domingo, 3 de junio de 2012

Sectarismos

Texto extraído de "Tantos tontos tópicos" de Aurelio Arteta:
                             


    1. El sectarismo no es rasgo exclusivo de una ideología en particular, pero sorprende que para muchos pueda pasar por progresista tanto esa actitud como el sujeto que la mantiene. Para el sectario las cosas no pueden ser buenas si aprovechan a los que reputa malos. A la inversa, hay que consentir el mal porque su denuncia o su combate, aun cuando ciertamente pueden limitar o paliar el daño, también podría favorecer directa o indirectamente al partido contrario. Y eso no. El sectario ha de preferir el daño de su enemigo particular al bien del conjunto, aun cuando esa opción apenas le favorezca a él mismo y hasta le perjudique. Aquí el tópico es tajante: Al enemigo, ni agua.


    Esa vocación de secuaces adopta en la vida pública múltiples facetas. Por de pronto, ofrece el más accesible sucedáneo de la reflexión. En su lugar basta con repetir en cada caso lo dictado por la autoridad en quien delegamos nuestro propio pensamiento, aún más fácil, basta con proclamar lo contrario de lo que sostiene el contrario. Funciona como santo y seña de pertenencia al grupo de los elegidos, como guiño de complicidad con los del propio bando. La consigna sería "todo por la secta y para la secta". Sin ella, el sectario apenas se atrevería a expresar nada en público: la propia secta, sus sumos sacerdotes y pregoneros son los eficaces proveedores de sus respuestas automáticas. El sectarismo suministra también un útil mecanismo clasificatorio de la identidad política de las gentes. Si un compañero lee ese periódico o de vez en cuando escucha aquella emisora, no hacen falta más costosas averiguaciones para saber de qué pie político cojea. Sabido lo cual, por cierto, ya no hay mucho más que políticamente interese saber de él.


    2. Pero el sectarismo es sobre todo una fórmula segura en política para la construcción del enemigo y su cotidiano vapuleo. El sectario decide de antemano que con el enemigo no hay que estar ni siquiera en aquello en lo que no es enemigo. El enemigo tiene que serlo en todo y del todo. Es preciso que él y los suyos encarnen cuanto haya de maligno y equivocado porque así, por contraste, resplandecerá la bondad o verdad indiscutibles de los míos. También vale al revés: sio se supone que estoy en lo cierto y junto a las personas decentes, habrá que dar por supuesto y sin mayor acopio de pruebas que los demás chapotean en el error y son gente de poco fiar. Cuando la pasión sectaria se desata, exige el todo o nada, el conmigo o contra mí en bloque y para siempre. La verdad será la verdad, la diga Agamenón o su porquero; pero como la exprese el candidato rival, no pasará de ser una burda falacia. Tal vez el sectario se muestre dispuesto con el tiempo a reconocer alguna deficiencia propia, pero no lo hará antes de que el enemigo haga confesión general y detallada de todas las suyas. Desde el cerco de prejuicios en que se atrinchera, el sectario tiene bien claro respecto de su oponente que con ése, ni a heredar.


    Este partidismo exhibe en toda su crudeza la torpe dialéctica amigo/enemigo como eje capital de la política. En realidad, lo que tal conducta manifiesta es que se es más enemigo de los enemigos declarados que amigo de los demás, porque se prefiere herir a aquéllos al precio de dañar o defraudar incluso en mayor medida a todos los otros. Qué nos parezca verdadero o falso, justo o injusto, eso ni se plantea. El discurso público solo será adecuado si favorece los intereses del propio partido o de los amigos y daña los del adversario; será absurdo amén de reprobable en el caso contrario. Una por una, lo que importa es ser de los nuestros. Y no tiene el menor crédito la excusa de que sólo desbancando al enemigo podrá beneficiarse a la causa por la que se combate. Cabe barruntar que, una vez en el poder político, todo quede subordinado o pospuesto a la conservación de ese poder, de igual manera que hasta entonces todo quedaba supeditado a conquistarlo.


    Naturalmente, al disidente se le trata de acallar con el argumento de sus "malas compañías", esto es, con el reproche de que objetivamente coincide con posiciones ideológicas del adversario. Y así, igual que el hincha sólo ve enfrente a otros hinchas de distintos colores, nuestro sectario tiende a ver en quien le objeta a otro sectario. En realidad, lo necesita como pretexto y justificación de su propio partidismo. A ojos del sectario, en el partido contrario sólo puede haber otros partidarios no menos sectarios, aunque quizá más camuflados. Lo peor es que a veces acierta, pero con el acierto de la profecía autocumplida. Tanto ha empujado al otro contra las cuerdas, que ese otro no tiene más remedio que hacer suya la extremada posición que se le adjudica y confirmar así su condena anticipada. Un sectarismo a la ofensiva engendra un sectarismo a la defensiva.


    3. Por arrogante que componga su rostro, cualquiera puede advertir la debilidad del sectario. Primero, la debilidad teórica de sus propios pronunciamientos, según revela su negativa a argumentarlos o a reforzar sus puntos flacos. En el mejor de los casos, busca aparentar tener razón, no busca tenerla. Semejante impotencia crece en quien trajina con una sola idea porque no puede rumiar más de una al mismo tiempo. Pero se advertirá asimismo su enorme debilidad política en ese gesto reacio a compartir con el contrario hasta lo poco que a veces comparten, no sea que les confundan, y dispuesto a exagerar hasta la caricatura aquello en lo que discrepan. La simplificación de su pensamiento prueba la propia simpleza tanto o más que su malicia. Cualquier suceso, proyecto o ideario político han de explicarse enseguida por el provecho de un único beneficiario, una turbia maquinación, un móvil oscuro. Todo tiene que entenderse fácilmente: los buenos de un lado y los malos del otro.


    Es la huida de la complejidad, o sea, de la realidad. Al sectario le cuesta entender que, en asuntos tocantes a la acción humana, lo bueno suele venir a una con lo malo y lo malo a la par de lo bueno. Y que hay que aguantar la tensión de mantener los dos polos al mismo tiempo, por cómodo que nos resultes suprimir uno de los extremos para así recrearnos en una ficción complaciente. Tampoco el voto permite matizar que en este punto particular me voy con tal partido, si bien en ese otro me sentiría más a gusto con el contrario; que confío en este representante aunque bastante menos en aquél del mismo partido. Ni nos deja mostrar la reserva de que nuestro acuerdo llega hasta aquí y en tanto grado, pero no más allá. Como votantes se nos pide un ejercicio de abstracción y reducción, es cierto, pero de ninguna manera se nos pide lo mismo como ciudadanos. La ciudadanía no se aviene con la disciplina de voto ni mucho menos con ese otro voto de pobreza intelectual que exige el partidismo.


    Pero se puede ser de derechas o de izquierdas sin ser por ello sectario. Infectarse de sectarismo, en cambio, es ya empezar a perder la verdad o la virtud que hasta entonces se creía atesorar. Por eso un sectario de izquierdas es tan peligroso como otro de derechas. ¿Por qué el militante de izquierdas no ha de censurar jamás algún mal paso de la izquierda? Porque ello favorecería a la derecha. Eso vale aproximadamente lo mismo que la propuesta de dejar en paz al régimen talibán, porque mira tú que el arrogante imperialismo yanqui también se las trae. Seríamos unos necios si no previéramos los efectos públicos de nuestras razones; pero nos convertimos en seres repugnantes como adoptemos nuestras razones o nos deshagamos de ellas tan sólo en función de su provecho para mí y de perjuicio para mi adversario. Estamos, en suma, ante el uso perverso del cui prodest y el resultado es una conspiración de silencio, que Camus ya denunció: "Pues usted acepta silenciar un terror para combatir mejor otro terror. Y algunos de nosotros no queremos silenciar nada".

lunes, 21 de mayo de 2012

La guerra constante: "Los pájaros" de Hitchcock



Veo "Los pájaros" en cine por primera vez en la vida. Es una película sorprendente, de una radicalidad irrepetible. Me provoca una explosión de pensamientos en múltiples direcciones. Se podrían hacer estudios sobre muchas cosas utilizándola como ejemplo. Por de pronto es perfecta para entender la ocasional grandeza del sistema de estudios, ese mecanismo mastodóntico que permitió a los buenos ser mejores y a los mejores extraordinarios. Una película seca, brutal, con escasísimas concesiones a los estándares de la narración cinematográfica. Pero sobre todo es una película sobre la ética y la moral, sobre los actos humanos y sus consecuencias, o mejor dicho, sobre cómo las personas se hacen responsables o no de sus actos por sus consecuencias. Al salir del cine me embarga la sensación de haber presenciado una lección magistral, que es cuando ves las cosas sólo como te las han mostrado, cerradas, perfectas, sin posibilidad de réplica. Necesito escribir las cosas que pasan por mi cabeza, por inconexas que sean.

Bahía Bodega es un pueblo pesquero donde todo el mundo conoce a todo el mundo, de aspecto amable y pacífico, pero que oculta, como toda comunidad pequeña, la ponzoña de la asfixia, esas telarañas cruzadas en las que han quedado atrapadas innumerables voluntades de independencia. Todo el mundo conoce a todo el mundo, pero cuando Melanie Daniels (Tippi Hedren) pregunta en la estafeta de correos por el nombre de la hermana pequeña de Mitch Brenner (Rod Taylor), los hombres del pueblo no lo saben, dudan, se equivocan. O mienten o realmente no les importa. Y es que en Bahía Bodega lo de menos es la individualidad de cada uno, tanto su nombre como cualquier otro rasgo de su personalidad. Lo importante son las categorías, "es la pequeña de los Brenner". No es el reino hipócrita de las apariencias (eso es exclusividad de las sociedades urbanas, posindustriales), sino más bien todo lo contrario, es el reino nivelador de las funciones esenciales: el cartero, el pescador, el vendedor de pienso, la madre, el primogénito.

Melanie Daniels, hija de papá, heredera, ociosa, bella y etérea, no tiene profesión ni función, que es como decir que no tiene existencia ni peso, que no vale para nada, se topa con Mitch en la tienda de animales de la capital, el escenario natural de sus habituales juegos de suplantación de personalidad (solo quien no es nadie ni es nada puede jugar a ser cualquiera). Al principio Mitch le permite creer que ella le engaña haciéndose pasar por dependienta de la tienda, pero no es así, Micth sabe perfectamente quién es y la deja en ridículo. Es la primera bofetada que recibe Melanie, el primero de una serie de ataques destinados a castigar su liviandad. Mitch quiere regalar a su hermana unos pájaros (love birds) y Melanie los confunde con canarios porque todo se lo toma a la ligera: para ella son sólo "pájaros". Pero con el "amor" no se juega.

De esto sabe mucho Annie Hayworth (Suzanne Pleshette), la maestra, hoy una mujer triste, resignada, pero que antes fue pura pasión, un corazón enamorado que lo dejó todo por un hombre: Mitch. Su relación naufragó por el enfrentamiento con la madre de Mitch, Lydia (Jessica Tandy), pero Annie no huyó, se quedó en Bahía Bodega por estar cerca de él, razón que nadie podría entender. Es su profesión lo que le concede carta de ciudadanía en Bahía Bodega, la explica por su finalidad: dar las lecciones que dicten los libros sin demasiada implicación, colaborando en la estandarización de las nuevas generaciones. Lo único que delata su pasado, símbolo de una sangre hoy apelmazada, es un buzón rojo, a donde llegan tarde y mal las cartas que casi nadie escribe.

A este mundo es donde llega Melanie con su ruidoso coche descapotable y sus dos insolentes pajaritos. Al principio el pueblo se muestra dócil y servil: sus habitantes en nada se diferencian de un ejército de mayordomos que cumplen con todos sus deseos por extravagantes que sean. El mundo es para Melanie ese escenario de teatro donde uno hace lo que le da la gana porque todo está donde y cuando se necesita, sin que importe averiguar quién lo hace posible y a qué precio. Para llegar a la casa de los Brenner hay un camino que bordea la costa pero Melanie quiere un efecto sorpresa (actuar sin ser vista, o sea, espectáculo no comprometedor), por tanto alquila un bote y cruza las aguas, ataja, se salta las convenciones que hubieran seguido de haber empleado el coche (la carretera da a la puerta principal, pero el embarcadero da a la puerta trasera). Ella hace lo que le da la gana, lo que favorezca a la liviandad del juego, esquivando las consecuencias. Pero éstas no pueden ser esquivadas sin arriesgarse a pagar un altísimo precio: de eso trata la película. No puedes pretender llegar a la vida de nadie por la puerta de atrás: en esa casa hay sufrimiento, hay leyes, hay injusticias, hay amor, toda una serie de ingredientes que crean un potaje denso, difícil. Si quieres entrar, entra, pero no puedes pretender que el mundo baile siempre al son de tus apetencias. Y menos aún un mundo reglado, autosuficiente, ético, despótico (pero nunca caprichoso) como Bahía Bodega.

Ese mundo reacciona contra Melanie ("dicen que todo esto empezó cuando llegó usted; es usted malvada", le espeta ¿quién?, una madre, claro, una madre que siempre aparece en plano con sus dos hijos, no se sabe si en la actitud de defenderlos o usándolos como coraza para defenderse ella misma). Bahía Bodega no quiere tanto la solución de la guerra de los pájaros como la búsqueda de un culpable. El "fin del mundo", como repite una y otra vez un borracho (símbolo tradicional del lúcido que ha tirado la toalla, que ya no pelea, que se ha resignado), tiene que tener un claro responsable. Y ese responsable tiene que venir de fuera. El mundo, para los habitantes de Bahía Bodega, es perfecto. Si las gallinas dejan de comer la única explicación es que el pienso está en mal estado. No hay tiempo ni ocasión para la reflexión, la autocrítica. La culpable es Melanie por fuerza, necesariamente, porque ella provoca una grieta en el caparazón cerrado, pluscuamperfecto, de la entidad autosuficiente. Ella es, sencillamente, inexplicable por in-incorporable. Melanie representa a la mujer libre, pecaminosa, epicúrea, sexual. La mujer adulta, en Bahía Bodega, o es esposa o es madre. Hay otro modelo de mujer: la vieja sabelotodo que pide cambio para cigarrillos en el restaurante y despliega sus conocimientos en ornitología y sus aptitudes para la intransigencia: no puede creer lo que cuenta Melanie, el ataque de los cuervos es imposible, niega las evidencias hasta que éstas explotan ante todos. Nunca volveremos a ver su rostro, se esconde, da la espalda, no se atreve a volver a mirar a la cara a Melanie. Me gusta esta vieja, me la imagino soltera, asexuada, o mejor dicho, que ha sustituido su sexualidad (y por tanto el dilema sobre qué opción tomar) por una cortina de humo hecha con la respetabilidad de la cultura, una impostura como otra cualquiera.

[Inciso 1: además de la vieja, sólo dos mujeres fuman en la película: Melanie y Annie, pero Annie fuma en casa, de puertas para adentro, o cuando la llegada de Melanie le concede la excusa necesaria, "me apetecía fumar pero no quería interrumpir el trabajo"].

[Inciso 2: el sexo, breve digresión. Tras la primera noche que pasa Melanie en casa de los Brenner, Lydia se marcha y nosotros con ella, pero cuando regresamos a la casa, Mitch y Melanie ya se besan en la boca; no ha hecho falta explicitar nada, es evidente que el sexo ha tenido lugar en cuanto la madre ha abandonado la casa].

El final es complejo, diferente para cada personaje. Mitch vence porque supera su cobardía. Vence a "los pájaros" venciendo a su madre: le dice "tú eres mi madre, no mi mujer" (no lo dice, pero como si lo dijera), no volverá a ceder como cedió con Annie Hayworth; la necesita como madre y él le concederá su condición de hijo, no de sustituto de su esposo muerto. Melanie, sin embargo, pierde, al menos momentáneamente. Como personaje perdido, inmoral, recibe el castigo de su vida. Está por ver si aprende la lección. Quizá Mitch consiga curar sus heridas, hacerle recordar que es alguien, que puede ser alguien, que debe ser alguien. Frente a los que puedan pensar que esta es una idea machista diré que sí, puede ser, pero a nadie debería sorprender esto en Hitchcock, un puritano al fin y al cabo. Para Melanie la película se cierra como una lápida que decapita su "cabeza loca", cortando sus alas de pájaro volador de flor en flor y marcando así su transformación forzosa de colibrí polinizador a útero inmóvil: serás madre de mis hijos, pero serás. Lydia aprende a conocer su lugar. En el fondo era otro personaje perdido, un náufrago que no sabía lidiar con sus sentimientos en conflicto (es inolvidable su constante dubitación, sus diálogos desorientados, sus acciones mecánicas, representaciones de la lucha entre su individualidad y la consciencia de su función). En Melanie encuentra a la nuera que necesitaba para conocer (para recordar) de qué manera, hasta dónde, ser madre. Por si había alguna duda, quede claro que no es un final feliz, es el final necesario para un posible volver a empezar. Annie Hayworth muere. Mitch deja atrás cadáveres que poblarán sus pesadillas señalándole con el dedo lo que hizo o dejó de hacer. Nadie está libre de culpa, como reza el catolicismo. El coche arranca y se aleja (por el camino, como Dios manda). Pero lo hace con tiento, a sabiendas de que el terreno está plagado de pájaros, peligros que muerden a la mínima.

Un último apunte: en la proyección de anoche había un grupo de jovencitos modernos estupendos que irradiaban estupendez, como si dijeran "qué geniales somos que venimos a ver una película antigua". Por supuesto, emitieron todo tipo de ruiditos, exhalaciones y risitas cuando los efectos especiales no satisfacían sus estándares. Qué se le va a hacer, les han enseñado a mirar el mundo desde una altura egocéntrica. Pero lo que más me hirió fue cuando rieron a carcajadas al ver a Melanie aniquilada, hundida, tras el último ataque en el desván de la casa (Mitch la salva y una vez en el salón, Lydia y él curan sus heridas). Rieron, sobre todo, ellas. Quizá exagere pero pensé que en esa risa habitaba la arrogancia de quien se cree más libre, más capaz de autonomía, de iniciativa, de cojones. Es cierto que "Los pájaros" ofrece una imagen machista de la mujer, pero no lo es menos que de forma más importante, más esencial, habla sobre la libertad del individuo frente a los sistemas éticos y sociales que lo delimitan, le imponen unas normas o le exigen una reflexión de cara a la definición de su propio lugar en esa sociedad. "Los pájaros" habla de una guerra constante, esencial, que esas niñas-bien donostiarras ni siquiera intuyen que exista.

domingo, 5 de febrero de 2012

Con ustedes, Maruja Torres


El 21 de marzo de 1994 se celebraba en el Dorothy Chandler Pavillion de Hollywood la ceremonia número 66 de los premios de la Academia. Retransmitida en España por Canal +, los comentaristas fueron Jorge Flo, entonces presentador, junto a Maribel Verdú, del programa de cine de la cadena, “Primer Plano”, y Maruja Torres, periodista y escritora por todos  conocida. La presencia de Maruja respondía a que Verdú se encontraba en Hollywood como miembro del equipo artístico, viendo la gala en algún lugar o quizá incluso entre los invitados.

Para Maruja era la primera vez que se enfrentaba a una retransmisión de los Oscar. La noche fue, como ella misma llegó a decir, trepidante. “Belle Epoque”, la película de Fernando Trueba, se alzó con el premio y se desató la locura. Ya antes Maruja había dado muestras de su irresistible sentido del humor, a veces ruin y siempre brillante, con el que compensaba la “perfección” de una gala larga, como siempre, pero llena de grandes momentos. A partir del premio para España, Maruja se suelta la melena, ofreciendo lo que para mi gusto es un pedazo que brilla ya entre lo mejor que ha dado la televisión española. Mientras tanto, el pobre Jorge Flo, al que años más tarde veríamos pánfilo y abotargado como miembro de algunos jurados de “OT”, intentaba de todas las maneras reconducir los comentarios hacia el tipo de información que se esperaba de ellos (tenían un bonito guión y muchas notas preparadas para poder hacerlo).

Hay que contar, a modo de introducción contextual, para poder entender algunos de los comentarios de la noche, que en Los Ángeles habían ocurrido varios terremotos de baja intensidad días antes de la ceremonia y corría el temor, amortiguado, de que pudieran volver a producirse.

Esto lo enmarco en mi campaña individual (ojalá fuera real y multitudinaria) para pedir que Maruja Torres vuelva a comentar la gala de los Oscar. Será difícil repetir lo que aquí se puede leer. No sé si hubo champán de por medio, es posible que sí. Escuchar a Maruja entusiasmarse con los premios, comentar con quién se iría “a un terremoto” y con quién no, encenderse pitillos y volverse loca con los varios monitores de los que dispone para seguir la retransmisión, es absolutamente irrepetible. Pero se debería intentar. ¿Qué puede costar tres horas de su tiempo?


JF: Jorge Flo
MT: Maruja Torres


***
(Sale Arthur Hiller, presidente de la Academia)

JF: Arthur Hiller, Maruja, que, por cierto, en los ensayos se presentó con un aspecto impresionante.
MT: Sí, estaba entre mi tía Leonor y Joe Pesci en la película con Victoria Abril.

***
(“La lista de Schindler” gana el Oscar a la mejor dirección artística: recogen el premio, Allan Starsky y Ewa Braun)

MT: ¿Tú has visto, Jorge, que llamarse Ewa Braun y trabajar en una película de nazis es como la remonda?

***

MT: Jorge, ¿sabes que son 103 los países que están viendo o que van a ver en la versión de 90 minutos mañana la retransmisión y que de esos hay 50 que son nuevos, entre ellos Vietnam?
JF: Pues eh… no lo sabía, pero me hace mucha ilusión que me lo…
MT: Claro, han restablecido las relaciones olvidando completamente Apocalypse Now y están ahora ya completamente también en plan chino.

[tres de las cinco películas extranjeras nominadas eran asiáticas]

***

[sale un T-Rex de cartón entregando a Elijah Wood el sobre con el ganador del Oscar a los mejores efectos visuales]

MT: Hay que ver, Jorge, cómo está el servicio!

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[Whoopi Goldberg presenta a Jeff Bridges mencionando grandes dinastías de actores, entre los que incluye, en broma, a los Reagan. Sale Jeff Bridges]

MT: Bastante más guapo que Ronald Reagan, hay que decirlo, y además está a régimen o ha dejado de beber.

***

[Pete Postlethwaite, nominado como actor secundario por “En el nombre del padre”, pierde ante Tommy Lee Jones]

MT: A mí me da un poco de penita por Pete Postlethwaite, que tiene esa pinta como de mecánico de la SEAT en proceso de reconversión.

***

[“Mrs. Doubtfire” gana el Oscar al mejor maquillaje]

JF: Hace muy bien [sic] la referencia a la paciencia de Robin Williams porque tardaban nada menos que 4 horas y media en maquillarle cada día.
MT: Pero le mejoraban….

***

[Sale Liam Neeson]

MT: Mmmmm… Liam Neeson… ¡William Neeson! … Es irlandés.

***

[Sobre Deborah Kerr]

MT: Es Deborah Kerr, nuestra vecina de Marbella.

(más tarde)

JF: Bueno, al fin y al cabo, el premio honorario a Deborah Kerr es como si nos lo hubieran dado un poco a nosotros los españoles. Nada menos que 25 años lleva viviendo en la Milla de Oro, en Marbella.
MT: Claro, además se ahorra un montón en impuestos.

***

[Maruja interrumpe a Jorge y después éste sigue con lo que decía]

JF: … un Oscar que, te decía, le han concedido…
MT: ¡Cómo te interrumpo!, ¿verdad, Jorge? Es que tenemos un rollo tan sexy tú y yo, que me permito cualquier libertad. Estoy lanzada.

***

[Vuelven de publicidad con la interpretación de la canción nominada por “Beethoven 2”]

JF: Ahora vamos con James Ingram y Dolly Parton, una pareja bastante atípica. Él es una de las mejores voces negras que hay en América, mientras que Dolly Parton, pues es…
MT: … es una de las mejores pecheras blancas que hay en América.
JF: [tras dos segundos de indecisión] Sí. Además procede del mundo del country con lo cual en principio hacen una pareja un poco curiosa.
MT: Pues la que hacen los perros con ellos es un cuarteto de la… el cuarteto de la muerte directamente.

[tras la actuación]

MT: ¿No estás impresionado por la pechera de Dolly? Quiero saberlo, Jorge.
JF: [riéndose avergonzado] No, yo ya estoy muy mayor para esas cosas.

***

[Después de que Richard Dreyfuss presentara “La lista de Schindler” con un speech intenso]

JF: Tú, Maruja, me querías contar algo sobre Richard Dreyfuss.
MT: Sí… No, que me ha parecido un pelín predicador. Pero esto les pasa siempre que pasan por la clínica Betty Ford y friegan unas cuantas escaleras después de seguir una desintoxicación alcohólica. Que, por cierto, los deja guapos. Este hombre yo creo que va a crecer casi. 

***

[Anuncian a Nicholas Cage y Shirley McLaine]

MT: Él viene disfrazado de Kevin Costner. Creo que lleva un sonotone, por lo menos eso pone en el guión.

[Salen]

MT: ¡Cielos, se lo han saltado y me dejan en ridículo!

***

[Anna Paquin gana el Oscar a la mejor actriz secundaria por “El piano”]

MT: Yo me estaba riendo antes porque alguien me ha susurrado que Emma Thompson es mi favorita y la detesto brutalmente.

[más tarde]


MT: ¡Qué mona! ¡Qué rica! Aprendió el acento escocés de su película viendo culebrones escoceses que deben ser como salmoneros desesperados…

[después de Anna Paquin sale Laura Dern]

JF: Curiosamente [Anna Paquin] no quiere seguir siendo actriz.
MT: Hace bien, esta profesión tiene muchos disgustos y no sabe lo que hay que hacer para llegar…
JF: Laura Dern
MT: … Ella misma.

***

[sobre la actuación de Neil Young interpretando al piano “Philadelphia”]

MT: La verdad es que entre las baladas y los San Bernardos estamos absolutamente sentimentales.

***

[tras la entrega de Oscars especiales a las innovaciones técnicas]

JF: Oye Maruja. ¿Qué es lo que ibas a decir antes, que me tienes en ascuas?
MT: Mira, primero quiero pedir disculpas porque de vez en cuando se me salta una exclamación que me han dicho que no tengo que hablar, pero tengo un amigo en el equipo de Madrid que me dice cosas tan agradables que me sale la cosa de contestar, no lo volveré a hacer. Pero ya hacía rato que quería decir que toda esta pamema del homenaje a los de detrás de las bambalinas, a los que están ahí, que lo hacen todo y que se lo debemos todo, luego resulta que Gene Ruggiero, que consiguió el Oscar, como he dicho antes, al mejor montaje por “La vuelta al mundo en 80 días” y que acaba de recibir uno de esos premios especialísimos que entregaron, a él se lo dio Martin Scorsese, tiene 80 y tantos años y la mísera pensión de 30.000 pesetillas al mes. [pausa dramática] ¡¡¡Hijos míos, es como Espaaaaañaaaaa!!!
JF: Sin embargo, para dar los premios a todos los descubrimientos, a todas las innovaciones, mejor dicho, técnicas que ayudan a realizar las películas cada día con mayor sofisticación, pues los llevaron nada menos que al Hilton de aquí, de Hollywood, en una ceremonia en la que no se “escatipó”, no se escatimó…
MT: [carcajada] Ja, ja, ja, ja. ¡Anda que estás también tú fino!... [con voz desmayada y seductora] ¡Ay, un poco de relax, que estoy tan tensa desde que empezó esto! Sí, en eso no se parecen a España, te llevan al Hilton, mira. Pero, ¿qué Hilton? ¿Aquí, al del downtown, que está lleno de gente que te roba el bolso? Hombre, por favor…

***

[sobre Bruce Springsteen]

MT: Tiene la mejor axila, iba a decir sobaco pero sé que no debo, la mejor axila de la historia del pop, del rock, incluso del tango, diría yo.
JF: Per posiblemente no tenga mejor coche que Neil Young. Ayer…
MT: ¡¡¡Qué coche!!!
JF:… hizo una entrada triunfal con un Cadillac del 54 realmente impresionante.
MT: Con unos cromados que parecía un mariscal serbio.

***

[sobre la actuación de los dos San Bernardos durante la interpretación de la canción de “Beethoven 2”]

JF: Lo de los perros… que la verdad es que ensayaron muy bien y lo mal que lo han hecho hoy.
MT: Claro, pero había un perro en Televisión Española que lo hacía peor. Cuando tenía que hacer las piruetas se meaba.

***

[Sale Alec Baldwin]

MT: Los Baldwin sí que son una dinastía. Con ellos, todos, me pasaría un terremoto o dos.

***

[A la vuelta de publicidad la ceremonia continuará con la actuación del ballet]
Nota: Maruja ya está más suelta.

JF: Cuando vuelva la…
MT: … la marabunta.
JF: … será el momento del ballet.
MT: Ah, el popurrí. El popurrí es de lo más kitsch. Es siempre lo que peor les sale. No se pueden juntar músicas tan distintas.
JF: Están representados 8 bailarines, 8 parejas de bailarines…
MT: Es como la ONU.
JF: … de Canadá, China, Rusia, Guinea, Shanghai, nad amenos, Estados Unidos, la ópera de París. En fin, vamos a ver lo que ha preparado Debbie Allen este año. (…) Van a bailar al son de las músicas, de las bandas sonoras originales, no de las canciones, que están nominadas.
MT: Y los bailarines llevan tremendas mallas ajustadas.
JF: [tres largos segundos de silencio] … sí.
MT: ¿Verdad? ¿Cómo podrán salir con todo eso, verdad? Yo no quiero decir más pero ustedes fíjense.

*** 

[Tras el Oscar a la mejor fotografía para Janusz Kaminski por “La lista de Schindler”]

MT: Verdaderamente estoy emocionada, porque una de las cosas más bonitas de éste último premiado, el de la fotografía de “La lista de Schindler”, tenía un acentillo, ¿no?, centroeuropeo, y es muy hermoso ver cómo el cine reúne a gente de diversa procedencia en un lenguaje absolutamente universal, y cómo América, a pesar de Reagan, a pesar de toda es aparte que no nos gusta, tiene un fondo verdaderamente profundo, de acogida a todo el mundo y de… ¡Hosti…! Estoy enrollándome otra vez con otro speech moralista, ¡¡¡parece que haya salido yo también de la clínica de Betty Ford!!!

***

JF: Yo te iba a pedir que me contaras otra vez lo de Christian Slater, que por cierto acaba de hacer Victoria Abril una película con él.
MT: Claro.
JF: Que se llama “Jimmy Hollywood”.
MT: “Jimmy Hollywood”, que es una película que la vimos juntos, ¿verdad, Jorge? ¡Cuéntalo que estábamos juntos en el cine, porque parece que no me quieras más que cuando estamos así en público, no, vamos al cine además! Y es una película, francamente, no nos gustó. Ella está espléndida, y Christian Slater, pues, está, pasaba por allí.
JF: ¿Y cómo fue aquello de que echó a una periodista poco menos que a patadas?
MT: Porque la pobrecilla tenía que ganarse la vida y le dijo, “mire, ahora tengo que hacerle una pregunta absolutamente estúpida pero como trabajo en una revista femenina quiero saber usted cómo… qué le gusta para desayunar”. Y dijo: “¡Fuera! ¡Yo no voy a contestar estas cosas!” Y la echó con cajas destempladas. Y ella, agarró las cajas y se largó llorando.
JF: Qué dura es la vida de los periodistas, ¿no, Maruja?
MT: [con voz de párpados caídos] Sí, hijo, sí.

***

[Oscar especial por motivos filantrópicos y humanitarios a Paul Newman. El público aplaude]

MT: Se van a levantar. Se van a levantar. Siempre acaban haciéndolo.

[se levantan]

MT: Ya está.
JF: Hombre, 11 mil millones de pesetas dan mucho de sí como para que todo el mundo se ponga de pie.
MT: Ya, pero no se los da a ellos.

***

[Gana “Belle Epoque”. A partir de este momento Maruja empieza a perder la concentración]

Anthony Hopkins: ¡Belle Epoque!
MT: ¡¡¡¡¡¡¡AAAAAAAAAAHHHHHH!!!!!!!! [suena como si le hubieran pisado muy fuerte, los siguientes van escalando hacia un cierto éxtasis]  ¡¡¡¡¡¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!!!!!!! ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHH!!!! ¡¡Bravo!! ¡¡¡Bravo!!! Bueno, bueno, ¡¡¡no nos podemos contener!!!

[más tarde]

MT: ¡Viva la comedia! ¡Viva la comedia y vivan “Los viajes de Sullivan”!

[más tarde]

JF: Al final, lo que todo el mundo apostaba, que ya que había 3 películas asiáticas, además por primera vez en la historia de los Oscars, pues alguna se la tendría que llevar, pero mira tú por dónde…
MT: Claro, pero ellos ya tienen los transistores, hijo, que nos dejen las películas a nosotros.

[más tarde, comentando sobre Fernando Trueba y la “seriedad” de su rostro]

MT: Él, que además es un progre de estos que no le dan importancia a estas cosas, y ahora se está dando cuenta de que… ¡¡¡SÍ!!!

***

[A punto de entregarse el Oscar a la mejor canción; Bruce Springsteen y Neil Young, nominados]

MT: Me gusta más Yus Spris… Bruce Spistin que Nul Yin… tiene una voz como de cama a medio hacer, ¿verdad?

[Gana Bruce]

MT: ¡Bien! ¡Cuántas alegrías en una sola noche que tengo! ¡Ay, Jorge! ¿Luego me llevarás al cine?
JF: [un hilo de voz] …sí. [se recompone] Además, Bruce Springsteen pasa a formar parte del reducido grupo de gente…
MT: ¡¡¡En camiseta!!! ¡¡¡En camiseta!!! ¡¡¡Que salga en camiseta!!!
JF:… que ha ganado un Grammy y un Oscar.
MT: ¡Estoy despeluchada!

[aparece la mujer de Bruce en pantalla]

JF: Esa es la mujer de Bruce Springsteen.
MT: [cortándole completamente e rollo] ¡Ah! ¿Está casado? ¡Bueno! ¡Todos son iguales!
JF: Por segunda vez.
MT: Ah, bueno… se puede divorciar otra.

***

[Sale Jeremy Irons]

MT: Qué estilazo tiene, ¿verdad? Forma parte de la pandilla de británicos no alcohólicos.

[más tarde, en mitad de su intervención]

MT:[marcando mucho las consonantes] ¡¡¡Qué guapo es, por favor!!!

***

JF: Bueno, pues vamos a ver… el próximo Oscar que van a entregar es el de mejor actor, que…
MT: … yo sigo viendo a Bruce Springsteen por otro monitor y ya sabes que ¡¡¡me gusta tanto!!!
JF: … pues olvídate, Maruja. La cosa está realmente complicada.
MT: [con la lengua, hace un largo ruido de rechuparse los labios]
JF: Tom Hanks, Lawrence Fishburne…
MT: ¡Es verdad!
JF: …Anthony Hopkins…
MT: Mmm…
JF: … SIR Anthony Hopkins…
MT: Mmmmmm…
JF: … y Daniel Day Lewis
MT: Mmmmmmmmmmmm… ¡Daniel Day Lewis, que sabes que me gusta casi tanto como tú!
JF: [ríe] Vamos a ver quién gana. El premio lo va a entregar Emma Thompson.

[sale Emma Thompson]

MT: La odio. Tengo siempre la impresión de que no se duchó para ponerse el vestido.

[nominan a Daniel Day Lewis por “En el nombre del padre”]

MT: Está más guapo con el pelo patrás. [más tarde] ¡Qué guapo es! Con él me iría también a un terremoto.

[nominan a Lawrence Fishburne por “Tina”]

MT: No le van a premiar porque pega a su mujer y esto se lleva fatal en Hollywood.

[nominan a Liam Neeson por “La lista de Schindler”]

MT: El nazi más sexy de la historia del cine.

[gana Tom Hanks y enfocan, entre el público aplaudiendo, a Antonio Banderas]

MT: Mira Antoñito qué guapo está, lo veo por otro monitor que ustedes no ven en este momento… Es que tengo varios ojos.

[después del speech de agradecimiento de Tom Hanks, especialmente intenso y dramático que termina diciendo “que Dios tenga piedad de nosotros y que Dios bendiga a América”]

MT: … de verdad, estamos, estamos, ¡¡¡estamos hechos unos zorros!!!

***

[Whoopi Goldberg hace una broma sobre Al Pacino diciendo que ha estado nominado siete veces y que ha tenido que escuchar más nombres de hombres que Larry Fortensky, el marido de Liz Taylor]

MT: ¿¡El marido de Liz Taylor?! ¡¡¿El albañil?!! ¡Qué guapo es! Pero con él no me iría…

[sale Al Pacino]

MT: Este tiene que ser un plasta en un terremoto…

[Tres segundo más tarde se escucha muy claramente, solapándose a la voz de Pacino y a la del traductor simultáneo, la carcajada de Maruja celebrando su propia gracia y de pronto alguien corta violentamente su micrófono]

***

[Holly Hunter gana el Oscar a la mejor actriz]

MT: Tú sabes que las mudas… bueno, no sé si me va a dar tiempo a contarlo ahora, yo creo que luego, ¿verdad?
JF: Luego, mejor.
MT: … pero además de ser muda, Holly es una espléndida actriz, una gran “presonalidad” [sic, y con la “n” y la “l” sospechosamente arrastradas], tremenda en Hollywood, donde todos son tan conformistas. Ella hace lo que se le pasa por… la nariz.

***

JF: Habrá que ver si por fin Hollywood reconoce a Spielberg.
MT: Nos está saliendo todo tan bien que también.

[más tarde]

JF: ¿Tú estás muy contenta realmente, Maruja, esta noche?
MT: Sí, estoy contenta porque la verdad es que todos son estupendos, es que incluso los que han perdido son estupendos, es una de esas noches en que dices qué bonito es el cine, qué bonito es Hollywood, cuántas cosas me ha dado a lo largo de mi vida, y cuántas cosas me puede seguir dando, ¿no? Una siempre se imagina de mayor con un chavito en la frente como Estrellita Castro y viendo vídeos.

***

[Sale Clint Eastwood]

MT: Qué guapo es, ¿verdad? Con él también estaría en un terremoto… [le van bajando el volumen del micro mientras lo dice]

***

[Sale Harrison Ford, para entregar el último premio]

MT: Y ahora, queridos, ¡¡¡¡ está aquí el TE-RRE-MOO-TOOO!!!! ¡¡¡Me quedaría con él para siempre!!!
JF: Vaya noche que has tenido, Maruja.
MT: Sí, trepidante.

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Pues eso. Trepidante. Bravo, Maruja. Vuelve.