lunes, 13 de abril de 2009

Prólogos en Marina D'Or


La vida de los otros es tiempo útil que cuesta dinero, actividad positiva, quebraderos de cabeza, ocio poco y por fisuras. Por eso he tenido la desfachatez de secuestrar a un guionista, encerrarle entre cuatro paredes, apuntar a su sien con la pistola de mis urgencias y obligarle a pasar el tiempo deshilando la madeja de mis ideas confusas y contradictorias. Un apartamento de alquiler que nos ha salido gratis, un entorno prefabricado y vacacional, un tiempo de asco que no nos llamaba la atención y un régimen implacable de películas, comida rápida (pero manufacturada) y conversaciones han dado, sorprendentemente, su fruto. Un fruto no por deseado menos inesperado. Y es que se trataba de un experimento que no tenía por qué funcionar o que, mejor dicho, podía muy bien haber fracasado. Y sin embargo, hemos vuelto con la certeza de haber alcanzado un camino. De hecho, nos parece haber dado con una avenida cuando lo que buscábamos era una calle estrecha. Ahora viene la fase inevitable en la que las ideas robustas se van poco a poco debilitando al contacto con la realidad, despejada ya la borrachera, el tiempo de las dudas y la flojera. Pero todo se andará. Escribir ha sido, estos días, más una labor metafísica que palpable, como jugar a la cometa sin cables. El documento word con el que hemos vuelto es casi insignificante por tamaño, tiene muy pocos kbs, pero el peso electrónico no da la medida de la gravidez ni de la importancia. Por unos días nos hemos sentido dedos ágiles sobre un teclado, malabaristas de una vida suspensa, cocineros del azar con mantequilla, contentos de vivir en un estado de excepción, sabuesos de un proyecto al que se le huelen las intenciones, sorprendidos de nosotros mismos. Él es un lunático con pies de plomo y yo un pedestre con alas de mariposa, convencimiento al que llegamos atravesando no sé qué región devastada por la luz blanca de una noche como de acuario. Regresar a la vida de los otros, al fárrago de los mercados y los estancos sin Manitou, ha sido como el frenazo en seco del carrusel, la sala de los espejos deformates a los que uno entra deformado y se mira tal como es, el jarro sin agua de las abluciones matinales. Pero también, por fín, he podido fumar con boquilla tras casi una semana de cigarrillos de posguerra. Continuará. No queda más remedio.

1 comentario:

  1. "Franklin D. roosevelt, junto con Abraham Lincoln y John F. Kennedy fue quizá nuestro mejor presidente. Cuando tomó el poder había 13 millones de desempleados en el país y el presidente Roosevelt les dijo:

    THE ONLY THING WE HAVE TO FEAR, IS FEAR ITSELF (Sólo debemos tener miedo al miedo en sí)"

    La Duda.
    John Patrick Shanley

    Pues eso. Qué peliculón. Y lo que nos queda por delante.

    Un lunático con pies de plomo.

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