viernes, 6 de febrero de 2009

Cuatreros


Últimamente me levanto tarde y se me echa encima la hora de comer sin haber hecho gran cosa. Me voy activando por etapas y la tarde me pilla siempre con un sentimiento de culpabilidad. Imprescindible, por tanto, es ver FAMA después de comer. Porque es mi manera de hacer la digestión. Diría que incluso es mi manera de hacer deporte, de quemar las grasas perniciosas y el superavit de calorías. Veo a estos chicos saltar, descoyuntarse, caer para volver a levantarse sin esfuerzo, y sobre todo, vestir esas ropas tan acertadas y que tanto les define (ya que no distingue). Me siento un poco como un sátrapa ante su harém y eso que mi televisor no es de pantalla plana y gigante, sino una que no es precisamente ideal para perder la perspectiva y creer en interacciones multimedia y rozamientos mancomunales. Vamos que soy muy consciente de que son inalcanzables y elásticos como chicles o sueños dulces, de esos que puedes controlar y alargar cuanto quieras que dure ese ratito de más en la cama justo después de despertarte. Hay algo en este programa que me pone muy nervioso y no sé muy bien lo que es. Quiero decir, algo más allá de lo evidente, como ciertos profesores, entre los que destaco a Ullate (hache), lo más parecido a Nina después de Zerolo, y a la Directora de la Escuela, un insecto palo que me hace imaginarla desayunando barritas de avena. Hay una especie de asunción o reconocimiento público y flagrante de tratarse de un programa pornográfico o al menos de altísima concentración erótica camuflado en pleno horario infantil. ¿O es que me lo parece a mí? Yo no sé muy bien qué se entiende por horario infantil, y menos aún por mentalidad infantil, pero lo que sí sé es que como yo hay muchos infantes disfrutando golosamente de las imágenes que emite Cuatro todas las sobremesas, un primor alucinante de cuerpos perfectos salpimentando con su indecente inevitabilidad (que no es lo mismo que una inevitable indecencia) los yogures desnatados y las piezas de fruta, los cafés con leche y los cigarritos de después de comer. No voy a dar nombres pero tengo mis favoritos. Apoltronado en el sofá o encaramado al sillón giratorio, tengo la santa huevada de amonestar a los que lo hacen mal y distinguir a los que se han esforzado por encima de los resultados finales, me convierte, en una palabra, en jurado, un jurado que tiene en cuenta elementos extraños a la danza, un jurado asorollado que piensa más en pieles que en portés, y que sufre por dentro su envidia, rumiante y venenosa, porque sabe que tendría que volver a nacer para parecerse sólo un poco a estos cuerpos insultantes y desvergonzados, definitivos ya en plena formación. Y es que Cuatro ya me pone un poco de mala leche después de comer. Me recuerda una vez más que no seré como uno de ellos. Claro que esto, a otros niveles, también me pasa con el humor de Pablo Motos o el informativo de Iñaki Gabilondo. Ahora que hablo de Cuatro, tengo la teoría de que uno de sus creativos vive cerca de casa porque oigo en sus anuncios músicas que he puesto en casa tan sólo unas semanas antes. La cosa no pasó de ser una casualidad las primeras veces, pero hoy ya han sido tantas que he empezado a fijarme en los buzones por si reconozco nombres que haya visto en los créditos de los programas o viceversa, no me acuerdo. Seguiré investigando.

1 comentario:

  1. Hola Gorka, perdóname que te conteste aqui a tu entrada en mi blog, que como pudiste ver no he actualizado desde hace mucho, y es que nunca tengo tiempo, pero hoy he entrado y he podido ver tu comentario y no puedo más que darte las gracias por tu reconocimiento a "Descifando cenizas...". Te dejo mi email por si quieres escribirme, es : bmmurguia@gmail.com, y quizás a partir de ahí podamos intercambiar nuevas ideas. Un abrazo muy fuerte,

    Beatriz Martinez de Murguia

    ResponderEliminar