martes, 2 de diciembre de 2008

Collage


Regreso de San Sebastián. Semana y media intensa, con rodaje incluido. "El nunca lo haría" va a ser un gran cortometraje, me siento orgulloso de haber participado. Visita a Bilbo y su Festival de Cortometrajes ZINEBI. Llevan 50 ediciones y todavía es el invitado el que debe buscar a los organizadores por las calles de una ciudad cada vez más blanda, a pesar de los cuchillos de viento que atraviesan las esquinas, como tranvías de hielo en busca de triángulos de piel abierta entre las dobleces de las bufandas mal enrolladas. Aprovecho la mañana del sábado para acercarme al Museo de Bellas Artes. Exponen los grandes óleos que Joaquín Sorolla pintó para decorar los salones de la Hispanic Society de Nueva York. Absolutamente impresionante (el que muestro arriba es el correspondiente a Guipúzcoa). Misa homenaje por el primer aniversario de la muerte de la amona, primer domingo de adviento, misas sin brillo ni liturgia, diapositivas retocadas con el publisher de windows, proyectando en un rectángulo blanco la letra de las canciones que nadie canta, sobre fondo de fotografías absurdas ("llega el Señor, el Señor llega", y una acumulación de personas esperando la llegada del metro, posiblemente en Madrid, a la Iglesia la han dinamitado los curas). Y varias chucherías más (paseos de melancólico, de buscador de rimas, de sediento de un calor breve y fugaz), sin olvidar la exigente dieta de empapuzamiento a la que he sido sometido una vez más. Ha habido una reactivación en los sistemas eléctricos de mi cuarto de luces, un fogonazo de cortocircuito mínimo, que quizá no sea más que el plus de actividad con el que mi cuerpo reacciona al frío. Atravesamos Somosierra escoltados por una máquina quitanieves carísima, como una gran personalidad de la política en visita oficial (el país, al anochecer, es un galgo blanco y horizontal que te lame los pies y parece haber perdido una batalla). Mis cuadernos están vacíos, equivoco los bolígrafos, olvido un paraguas en plena vestisca, pero hay un grado nuevo de fijación en las panorámicas, un detallismo en la puntería que, si bien momentánea, debil, sustituible en cualquier momento por el caos y la pereza, me hace pensar en un rosario de bolitas encandenadas con sensatez. La certeza es la enfermedad de los reyes, escuché ayer por casualidad.

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